EL VATICANO REVELARÁ EL ENIGMA DE LA ORDEN DEL TEMPLE 
       Y SU JUICIO  INFAME 
    El misterio de los templarios acapara la atención  mundial ante el juicio inquisitorial que revelará el  Vaticano el 25 de octubre. 
       
      Roma, 4  oct (EFE).- Los misterios que acompañan a la Orden del Temple y a su disolución, tras un  juicio, cuyo contenido revelará el Vaticano el próximo 25 de octubre, acaparan  hoy la atención en Italia donde se ha convertido en motivo de conferencia y  novedades editoriales.  
      El  anuncio que hizo el Vaticano de la publicación de un volumen inédito sobre el  "Processus contra templarios", con las actas del proceso de la Inquisición contra  esta orden, a principios del siglo XIV, ha devuelto protagonismo a las  investigaciones sobre los Caballeros del Temple.  
      El  próximo 13 de octubre, cuando se cumpla el séptimo centenario del proceso, la  localidad de Soveria Mannelli, en la sureña región de Calabria, acogerá un  congreso donde historiadores y entendidos expondrán los avances en sus  investigaciones sobre esta orden.  
    El  historiador medievalista Franco Cardini, que participará en la presentación de  las 799 fieles y exclusivas reproducciones de las actas del proceso, publicará  también estos días el libro "La tradizione templare" (La tradición  templaria).  
    Según el  diario "La Stampa",  el libro de Cardini "rehace la historia de la Orden (templaria), sin  descuidar las reconstrucciones de 'El Código Da Vinci'", el reciente éxito  editorial, donde los misterios de estos caballeros medievales son parte del  argumento.  
      Cardini  explicó al rotativo que la edición limitada del volumen "contiene los  últimos documentos publicados sobre el asunto, con el pergamino original",  que una investigadora de los Archivos Secretos Vaticanos encontró en 2001.  
      Explicó  que "la prerrogativa del papa (Clemente V) era la de disolver la orden,  pero nunca lo condenó" y añadió que el documento sobre el que se basa el  volumen, el "Foglio di Chinon", "testimonia que el Pontífice no  la consideraba herética".  
      Agregó  que las condenas por herejía de la época "se fundan en las confesiones de  algunos templarios, de las que después se retractaron".  
      Cardini  precisó que, por ese motivo, se les consideró reincidentes "en el error  por el que habían sido procesados y condenados".  
     
  El Vaticano abre sus archivos secretos 
    Ciudad  del Vaticano, 3 oct (EFE).- El Vaticano abre sus archivos secretos y publicará  un inédito y exclusivo volumen que recoge todos los documentos de uno de los  grandes juicios de la historia: el que supuso el fin de la Orden de los Templarios.  
    El  próximo 25 de octubre, el Archivo Vaticano presentará 799 fieles reproducciones  del "Processus contra Templarios", las actas del proceso de la Inquisición contra los  Caballeros del Templo a principios del siglo XIV.  
      La  publicación de esta obra se enmarca en la iniciativa "Exemplaria  Praetiosa", que consiste en la realización de ejemplares con tirada  limitada de obras exclusivas conservadas en los Archivos Vaticanos.  
      El  proyecto prevé la publicación de exactas reproducciones, con todo lujo de detalles,  desde el uso del pergamino a los sellos dorados, de documentos de gran  importancia histórica.  
      En esta  ocasión se tratará del "Processus contra Templarios", la orden  religiosa, cuyos orígenes se sitúan en Jerusalén hacia 1119 y y que acabó  siendo suprimida por Clemente V en 1314 tras un largo juicio.  
    En la presentación participarán el Archivero y  Bibliotecario de la   Santa Iglesia Romana,Raffaele Farina, el prefecto del Archivo  Secreto Vaticano, Sergio Pagano, y expertos como el historiador Franco Cardini  y el arqueólogo y escritor Valerio Massimo Manfredi.  
    
"La última cripta", de Fernando Gamboa, plantea que los  templarios llegaron a América antes que Colón . 
    Santiago  de Compostela (España), 24 sep (EFE).- El aventurero español Fernando Gamboa  acaba de publicar "La última cripta", una novela en la que el  descubrimiento de un tesoro desvela la posibilidad de que los templarios  llegaran a las costas de América antes que Cristóbal Colón.  
    Piloto,  submarinista y profesor de español para extranjeros, Gamboa explicó que de  pequeño fue un asiduo devorador de libros de aventuras y que estas lecturas han  sido las que le condicionaron a la hora de escribir.  
      A raíz  de una grave lesión de espalda, que le mantuvo postrado en cama, comenzó a  escribir "La última cripta", una novela de aventuras e intriga que  sitúa antes de la llega de Colón a América, y cuya trama se inicia a partir del  descubrimiento de un tesoro templario sumergido en aguas del Caribe.  
  "Cuando  escribo no pienso si le va a gustar o no a la gente, simplemente escribo lo que  me ha gustado toda la vida y me divierte", explicó a Efe.  
      Es en la  costa de Honduras donde el protagonista del libro, un buceador profesional,  descubre oculto entre los corales una campana templaria del año 1300, una pista  que, tras una larga investigación, le llevará a concluir que los templarios  alcanzaron las costas americanas dos siglos antes que Colón.  
    Más allá  de los datos históricos, la narración de "La última cripta" se anima  gracias a la presencia de bandidos, cazatesoros, guerrilleros y universitarios  corruptos, que tratan de impedir el éxito del protagonista y consiguen una  novela "ágil y fácil de leer", a pesar de su denso trabajo de  documentación.  
      Julio  Verne, Emilio Salgari o Jack London son algunos de sus autores preferidos y,  ahora, él intenta emularlos en su narrativa.  
    "Soy  un asiduo lector de libros de aventuras y ello me ha condicionado a llevar este  tipo de vida", comentó este aventurero-escritor que reconoció que incluso  se ha tenido que ganar la vida jugando al póquer.  
      Fernando  Gamboa explicó que desde el momento en que tuvo "algo de dinero en las  manos" comenzó a viajar y, en cada viaje, sus expectativas de aventura  "se cumplían e incluso eran superadas".  
  "Yo  quise vivir todas esas aventuras que tengo en la cabeza", indicó. "Mi  madre me pregunta a qué me dedico y yo le respondo que me adapto a las  circunstancias", aseveró; no en vano se reconoce un devoto del "carpe  diem" (frase latina del poeta romano Horacio que significa 'aprovecha el  día').  
      Gamboa,  finalista del Premio Grandes Viajeros con "Corazón Maya", avanzó que  ya tiene "en papel" su próxima obra, que en esta ocasión se  desarrollará en África Subsahariana, y con la que espera "divertir y  entretener" al lector.  
   
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  Caballeros Templarios  
    Los  Caballeros Templarios o La   Orden del Temple fue una orden medieval de carácter religioso  y militar cargada de tintes legendarios, nacida después de la primera cruzada.  Fue fundada en Jerusalén, en 1118 por nueve caballeros franceses, con Hugo de  Payens a la cabeza.  
      En sus  inicios su denominación oficial fue Orden de los Pobres Caballeros de Cristo  (Pauperes Conmilitones Christi); pero más tarde fueron conocidos comúnmente  como Caballeros templarios o Caballeros del Templo de Salomón (Milites Templi  Salomonis), denominación surgida tras instalarse en el antiguo templo de  Salomón. La designación de Orden del Temple es la traducción al francés de la  denominación en latín, siendo muy extendida dados los amplios lazos Templarios  con Francia.  
    A  finales del siglo X, controladas las invasiones musulmanas y vikingas bien por  vía militar o mediante asentamiento, comenzó en la Europa occidental una etapa  expansiva. Se produjo un aumento de la producción agraria, íntimamente  relacionado con el crecimiento de la población, y el comercio experimentó un  nuevo renacer, al igual que las ciudades.  
      La  autoridad religiosa, matriz común en la Europa occidental y única visible en los siglos  anteriores, había logrado introducir en el belicoso mundo medieval ideas como  "La paz de Dios" o la "Tregua de Dios", dirigiendo el ideal  de caballería hacia la defensa de los débiles. No obstante, no rechazaba el uso  de la fuerza para la defensa de la   Iglesia. "Ya el pontífice Juan VIII, a finales del siglo  IX, había declarado que aquellos que murieran en el campo de batalla luchando  contra el infiel verían sus pecados perdonados, es más: se equipararían a los  mártires por la fe" (Ledesma, 1982).  
    Existía,  pues, un arraigado y exacerbado sentimiento religioso que se manifestaba en las  peregrinaciones a lugares santos, habituales en la época. Las tradicionales  peregrinaciones a Roma fueron sustituidas paulatinamente a principios del siglo  XI por Santiago de Compostela y Jerusalén. Estos nuevos destinos no estaban  exentos de peligros, como salteadores de caminos o fuertes tributos de los  señores locales, pero el sentimiento religioso unido a la espera de encontrar  aventuras y fabulosas riquezas orientales arrastraron a muchos peregrinos, que  al volver a Europa relataban sus penalidades.  
      El  pontífice Urbano II, tras asegurar su posición al frente de la Iglesia, continuó con las  reformas de su predecesor Gregorio VII. La petición de ayuda realizada por los  bizantinos, junto con la caída de Jerusalén en manos turcas, propició que en el  Concilio de Clermont (noviembre de 1095) Urbano II expusiera, ante una gran  audiencia, los peligros que amenazaban a los cristianos occidentales y las  vejaciones a las que se veían sometidos los peregrinos que acudían a Jerusalén.  La expedición militar predicada por Urbano II pretendía también rescatar  Jerusalén de manos musulmanas.  
      Las  recompensas espirituales prometidas, junto con el ansia de riquezas, hacen que  príncipes y señores respondan pronto al llamamiento del pontífice. La Europa cristiana se mueve  con un ideario común bajo el grito de "Dios lo quiere" ("Deus  vult", frase que encabeza el discurso del concilio de Clermont en que  Urbano II convocó la I  cruzada).  
      La  primera cruzada culminó con la conquista de Jerusalén en 1099 y con la  constitución de principados latinos en la zona: los Condados de Edesa y  Trípoli, el Principado de Antioquía y el Reino de Jerusalén, en donde Balduino  I no tuvo inconveniente en asumir, ya en 1100, el título de rey.  
    Fundación  
      Apenas  creado el reino de Jerusalén y elegido Balduino I como su primer Rey, algunos  de los caballeros que participaron en la Cruzada decidieron quedarse a defender los Santos  Lugares, y a los peregrinos cristianos que iban a ellos. Ésta fue, en  principio, la misión confesada de los nueve caballeros fundadores, añadida  (claro está) a la de la defensa de esos Santos Lugares.  
      Naturalmente,  ello debió ser muy del agrado de Balduino, necesitado como estaba de organizar  un reino y que no podía dedicar muchos esfuerzos a la protección de los  caminos, porque no los tenía. Esto, más el añadido de que Hugo de Payens era  pariente del Conde de Champaña (y probablemente pariente lejano del mismo  Balduino), llevó al rey a conceder a esos caballeros un lugar donde reposar y  mantener sus equipos, otorgándoles derechos y privilegios, entre los que se  contaba un alojamiento en su propio palacio, que no era sino la Mezquita de Al-Aqsa, que  se encontraba a la sazón incluida en lo que en su día había sido el recinto del  Templo de Salomón. Y cuando Balduino abandonó la mezquita y sus aledaños como  palacio para fijar el Trono en la   Torre de David, todas las instalaciones pasaron, de hecho, a  los Templarios, que de esta manera adquirieron no sólo su Cuartel General, sino  su nombre.  
      Además  de ello, se ocupó de escribir cartas a los Reyes y Príncipes más importantes de  Europa a fin de que prestaran su ayuda a la recién nacida orden, que había sido  bien recibida no sólo por el poder temporal, sino también por el eclesiástico,  ya que fue el Patriarca de Jerusalén la primera autoridad de la Iglesia que aprobó  canónicamente la Orden.  
    Con la  ayuda del abad San Bernardo de Claraval ?sobrino de uno de los Caballeros  fundadores y a la postre quinto Gran Maestre de la Orden, André de Montbard?  tras 9 años en "Outremer", una pequeña delegación de la Orden (recordemos que hasta  entonces la misma estaba formada sólo por 9 caballeros), encabezada por su Gran  Maestre Hugo de Payens, hizo un recorrido por las Cortes de Europa, recibiendo  ayuda y apoyo, a lo que contribuyó decisivamente Bernardo, persona de notable  influencia en la corte papal, con su escrito De laude novae militiae. Así fue  convocado el Concilio de Troyes (Francia), durante el cual se redactó la regla  de la Orden,  basada en la de San Benito, según la versión reformada pocos años antes por los  cistercienses, de los que adoptaron el hábito blanco, al que se le añadió una  cruz roja posteriormente; en 1128 la   Orden obtuvo del Papa Honorio II la aprobación pontificia.  
    No conocemos  el contenido de esa Primera Regla original que dieron a los Templarios en el  Concilio. La primera regla de la que tenemos constancia es la llamada  "Regla Latina", que les fue dada por Esteban de Chartres, a la sazón  Patriarca de Jerusalén, entre 1128 y 1130.  
      Los  privilegios de la Orden  fueron confirmados por las bulas Omne datum optimum (1139), Milites Templi  (1144) y Militia Dei (1145). En ellas, de manera resumida, se daba a los  Caballeros del Temple una autonomía formal y real respecto a los Obispos,  dejándolos sujetos tan sólo a la autoridad papal; se les excluía de la  jurisdicción civil y eclesiástica; se les permitía tener sus propios capellanes  y sacerdotes, pertenecientes a la   Orden; se les permitía recaudar bienes y dinero de variadas  formas (por ejemplo, tenían derecho de óbolo ?esto es, las limosnas? que se  entregaban en todas las Iglesias, una vez al año). Además, estas bulas papales  les daban derechos sobre las conquistas en Tierra Santa, y les concedían el  derecho de construir fortalezas e iglesias propias, lo que les dio gran  independencia y poder.  
      Durante  su estancia inicial en Jerusalén se dedicaron únicamente a escoltar a los  peregrinos que acudían a los Santos Lugares, ya que su escaso número (9) no  permitía que realizaran actuaciones de mayor magnitud. Hay que tener en cuenta,  de todas maneras, que sabemos que eran nueve caballeros, pero, siguiendo las  costumbres de la época, no sabemos cuántas personas componían en verdad la Orden en principio, ya que  los caballeros tenían todos ellos un séquito, menor o mayor. Se ha venido en  considerar que, por cada caballero, habría que contar tres o cuatro personas,  por lo que estaríamos hablando de unas 30?50 personas, entre caballeros,  peones, escuderos, servidores, etc.  
    Desarrollo  
      Sin embargo,  su número aumentó de manera significativa al ser aprobada su regla y ése fue el  inicio de la gran expansión de los "pauvres chevaliers du temple".  Hacia 1170, unos 50 años después de su fundación, los Caballeros de la Orden del Temple se  extendían ya por tierras de lo que hoy es Francia, Alemania, el Reino Unido,  España y Portugal. Esta expansion territorial contribuyó al incremento de su  riqueza, ya que ofrecía la posibilidad a los comerciantes que estaban en Tierra  Santa, de ingresar su dinero en una encomienda y con un documento de la orden,  retirar el dinero en otra encomienda distinta y de este modo no arriesgarse a  que les robasen; a cambio, la   Orden se quedaba con una comisión.  
      Cincuenta  años más tarde, hacia 1220, eran la Organización más grande de Occidente, en todos  los sentidos (desde el militar hasta el económico), con más de 9.000  encomiendas repartidas por toda Europa, unos 30.000 caballeros y sargentos (más  los siervos, escuderos, artesanos, campesinos, etc.), más de 50 castillos y  fortalezas en Europa y Oriente Próximo, una flota propia (pues les salía más  barato tener sus propios barcos que alquilarlos) anclada en puertos propios en  el Mediterráneo y en La   Rochelle (en la costa atlántica de Francia) y un Tesoro que  les permitía hacer préstamos fantásticos a los Reyes europeos.  
      Sin  embargo, las derrotas ante Saladino les hacen retroceder en Tierra Santa: en  1244 cae Jerusalén y el reino se desintegra, y los Templarios se ven obligados  a mudar sus cuarteles generales a San Juan de Acre, junto con las otras dos  grandes órdenes monástico-militares, los Hospitalarios y los Caballeros  Teutónicos.  
      En 1248,  Luis IX de Francia (después conocido como San Luis) convoca y dirige la 7ª  Cruzada, pero no a Tierra Santa, sino a Egipto. El error táctico del Rey y las  pestes que sufrieron los ejércitos cruzados, les llevaron a la derrota de  Mansura y al desastre posterior en el que el propio Luis cayó prisionero. Y  fueron los templarios, tenidos en alta estima por sus enemigos, los que  negociaron la paz y los que prestarían a Luis la fabulosa suma que componía el  rescate que debía pagar por su persona.  
      En 1291  cae San Juan de Acre, con los últimos templarios luchando junto a su Maestre,  lo que constituyó el fin de la presencia cruzada en Tierra Santa, pero no el  fin de la Orden,  que mudó su Cuartel general a Chipre tras comprar la isla.  
    Tras su expulsión de Tierra Santa  
      Desde  Chipre sería desde donde los templarios intentarían reconquistar cabezas de  puente para su nueva penetración en el Oriente Medio, siendo la única de las  tres grandes órdenes de caballería que lo hizo, pues tanto el Hospital como los  Caballeros Teutónicos dirigieron sus intereses y sus esfuerzos en otros  sentidos.  
      Este  esfuerzo se revelaría a la postre inútil, no tanto por la falta de medios o de  voluntad, como por el hecho de que la mentalidad había cambiado y a ningún  poder de Europa le interesaba ya la conquista de los Santos Lugares, con lo que  los templarios se hallaron solos.  
      De  hecho, Jacques de Molay parece ser que se encontraba en Francia cuando lo  capturaron con la intención de convencer al rey francés de emprender una nueva  Cruzada.  
      Mientras,  los templarios se convirtieron en los banqueros de Europa. Dicho poder  económico estaba dirigido a dotar de fondos a la lucha en Oriente y se  articulaba en torno a dos instituciones caracterísiticas: la Encomienda y la Banca.  
La  encomienda es un bien inmueble, territorial, localizado en determinado lugar,  que se formaba gracias a donaciones y compras posteriores y a cuya cabeza se encontraba  un Preceptor. Así, a partir de un molino (por ejemplo) los templarios compraban  un bosque aledaño, luego unas tierras de labor, después adquirían los derechos  sobre un pueblo, etc., y con todo ello formaban una encomienda, a manera de un  feudo clásico. También podían formarse encomiendas reuniendo bajo un único  preceptor varias donaciones más o menos dispersas. Tenemos noticia de  encomiendas rurales (Mason Dieu, en Inglaterra, por ejemplo) y urbanas (el  "Vieux Temple", recinto amurallado en plena capital francesa).  
    En  cuanto a la Banca,  hay que decir aquí que los Templarios fueron los fundadores de la Banca moderna. Gracias a la  confianza que inspiraban, muchas personas e instituciones les confiaban su  dinero, desde los comerciantes hasta los propios reyes (de hecho, el Tesorero  del Temple lo era también de Francia...). Debido a que tenían una extensa red  de establecimientos, pudieron poner en marcha la primera letra de cambio, dando  así a los viajeros la oportunidad de no viajar con efectivo en unos momentos en  que los caminos de Europa y del Oriente Próximo eran todo, menos seguros. Este  sistema bancario y sus abundantes riquezas convirtieron a la orden en un gran  prestamista, que aportaba los fondos incluso cuando los diversos reyes europeos  necesitaban dinero: hay registrados préstamos a reyes de Francia y de  Inglaterra, entre otros. Los templarios llegarían a ser una de las  instituciones más ricas de su época, contando con vastas tierras y señoríos,  numerosas ventajas comerciales, grandes tesoros, flotas comerciales que partían  desde Marsella...  
    Sin  embargo, sus operaciones económicas siempre tuvieron como meta el dotar a la Orden de los fondos  suficientes como para mantener en Tierra Santa un ejército en pie de guerra  constante. Y por ello el lema de la   Orden: "Non nobis, Domine, Non Nobis, Sed Nomine Tuo Da  Gloriam" (No para nosotros, Señor, no para nosotros sino en Tu Nombre  danos Gloria).  
    Los templarios en la   Corona de Aragón  
      La orden  comienza su implantación en la zona oriental de la península ibérica en la  década de 1130. En 1131, el conde de Barcelona Ramón Berenguer III pide su  entrada en la orden, y en 1134, el testamento de Alfonso I de Aragón les cede  su reino a los templarios, junto a otras órdenes, como los hospitalarios o la del  Santo Sepulcro. Este testamento sería revocado, y los nobles aragoneses,  disconformes, entregaron la corona a Ramiro II, aunque hicieron numerosas  concesiones, tanto de tierras como de derechos comerciales a las órdenes para  que renunciaran. Este rey buscaba la unión con Barcelona de la que nacería la Corona de Aragón.  
      Esta  corona pronto llegaría a un acuerdo con los templarios, para que colaboraran en  la Reconquista,  la concordia de Gerona, en 1143, por la que recibieron los castillos de Monzón,  Mongay, Chalamera, Barberá, Remolins y Corbíns, junto con la honor de Lope Sanz  de Belchite, favoreciéndoles con donaciones de tierras, así como con derechos  sobre las conquistas (un quinto de las tierras conquistadas, el diezmo  eclesiástico, parte de las parias cobradas a los reinos taifas). También, según  estas condiciones, cualquier paz o tregua tendría que ser consentida por los  templarios, y no sólo por el rey.  
      Como en  toda Europa, numerosas donaciones de padres que no podían dar un título  nobiliario más que al hijo mayor, y buscaban cargos eclesiásticos, militares,  cortesanos o en órdenes religiosas, enriquecieron a la orden.  
    En 1148,  por su colaboración en las conquistas del sur de Cataluña, los templarios  recibieron tierras en Tortosa (de la que tras comprar las partes del rey y los  genoveses quedaron como señores) y de Lérida (donde se quedaron en Gardeny y  Corbins). Tras una resistencia que se prolongaría hasta 1153, cayeron las  últimas plazas de la región, recibiendo los templarios Miravet, en una importante  situación en el Ebro.  
      Tras la  derrota de Muret, que supuso la pérdida del imperio transpirinaico aragonés,  los templarios se convirtieron en custodios del heredero a la corona en el  castillo de Monzón. Este, Jaime I el Conquistador, contaría con apoyo templario  en sus campañas en Mallorca (donde recibirían un tercio de la ciudad, así como  otras concesiones en ella), y en Valencia (donde de nuevo recibieron un tercio  de la ciudad).  
      Los  templarios se mantuvieron fieles al rey Pedro III de Aragón, permaneciendo a su  lado durante la excomunión que sufrió a raíz de su lucha contra Francia en  Italia.  
    Los templarios en Castilla  
      Los  templarios ayudaron a la repoblación de zonas conquistadas por los cristianos,  creando asentamientos en los que edificaban ermitas bajo la advocación de  mártires cristianos, como es el caso de Hervás, población del Señorío de Béjar.  
      Ante la  invasión almohade, los templarios lucharon en el ejército cristiano, venciendo  junto a los reinos de Castilla, Navarra y Aragón en la batalla de Las Navas de  Tolosa (1212).  
      En 1265,  colaboraron en la conquista de Murcia, que se había levantado en armas,  recibiendo en recompensa Jerez de los Caballeros y el castillo de Murcia.  
    En Portugal  
      Los  templarios entran en Portugal en tiempos de la condesa Teresa de León, de la  que reciben Fonte Arcada en 1127. Un año después reciben Castelo de Soure a  cambio de su colaboración en la Reconquista. En 1145 reciben Castelo de Longroiva  por su ayuda a Alfonso Henriques en la toma de Santarém.  
      En 1160 reciben  Tomar, que se convertiría en su sede regional.  
      A la  bula papal ordenando la disolución, los reyes portugueses contestaron  simplemente cambiando el nombre de la orden en Portugal por "Caballeros de  Cristo", sin más merma ni mengua.  
    En Inglaterra, Escocia e Irlanda  
      En  Inglaterra, país muy unido a Francia, dado que en la época el Rey inglés era a  la sazón (entre otros) Duque de Normandía, y señor de numerosos feudos  franceses, el Temple estuvo presente muy rápido.  
      Si bien  su presencia no alcanzó la extensión que poseía en Francia, no es menos cierto  que fue de vital importancia, no sólo territorialmente, sino políticamente. De  hecho, el conocido Ricardo Corazón de León (Ricardo I de Inglaterra) fue un  benefactor de la orden y un magnate de ella, tanto que su escolta personal la  componían templarios y que a su muerte dicen fue vestido con el hábito de los  mismos. Asimismo tuvo gran simpatía por los templarios Guillermo El Mariscal,  que fue considerado en su época el mejor caballero que había montado caballo.  
      Tal es  así, que los historiadores han llegado a la conclusión de que cualquier  topónimo inglés, escocés o irlandés que empiece o acabe en "Temple"  es, a la postre, un antigua posesión de los templarios.  
    Polonia  
      Los  templarios no estuvieron activos en Polonia hasta el siglo XIII, cuando el  príncipe silesio Henryk Brodaty les cedió propiedades en las tierras de O?awy  (Oles´nica Ma?a) y Lietzen (Les´nica). Más tarde W?adys?aw Odoniec les donaría  Mys´libórz, Wielka* Wies´, Chwarszczany y Wa?cz. El príncipe polaco Przemys?aw  II les entregaría Czaplinek. La orden llegaría a tener en Polonia al menos doce  komandorie (comendadores), que según algunos historiadores pudieron ser hasta  cincuenta. A pesar de su lejanía de Tierra Santa y del Mediterráneo, que era el  centro de la orden, llegaría a haber entre 150?200 caballeros en Polonia, de  procedencia mayoritariamente germánica. El número de caballeros polacos es  difícil de estimar. A la disolución de la Orden, la inmensa mayoría de ellos se pasaron a la Orden de los Caballeros  Hospitalarios o a la de los Caballeros Teutónicos.  
    El final de la Orden  
      Felipe  IV de Francia, el Hermoso, ante las deudas que su país había adquirido con  ellos por el préstamo que su abuelo Luis IX solicitó para pagar su rescate tras  ser capturado en la VII   Cruzada, y su deseo de un estado fuerte, con el rey  concentrando todo el poder (que entre otros obstáculos, debía superar el poder  de la Iglesia  y las diversas órdenes religiosas como los templarios), convenció al Papa  Clemente V, fuertemente ligado a Francia, pues era de su hechura, de que  iniciase un proceso contra los templarios acusándolos de sacrilegio a la cruz,  herejía, sodomía y adoración a ídolos paganos (se les acusó de escupir sobre la  cruz, renegar de Cristo a través de la práctica de ritos heréticos, de adorar a  Baphomet y de tener contacto homosexual, entre otras cosas). Para ello contó  con la inestimable ayuda de Guillermo de Nogaret, canciller del reino, famoso  en la historia por haber sido el estratega del incidente de Anagni, en el que  Sciarra Colonna había abofeteado al Papa Bonifacio VIII con lo que el Sumo  Pontífice había muerto de humillación al cabo de un mes; del Inquisidor General  de Francia, Guillermo Imberto, más conocido como Guillermo de París; y de Eguerrand  de Marigny, quien al final se apoderará del tesoro del Temple y lo administrará  en nombre del Rey, hasta que sea transferido a la Orden de los Hospitalarios.  
    Para  ello se sirvieron de las acusaciones de un tal Esquieu de Floyran, espía a las  órdenes tanto de la Corona  de Francia como de la Corona  de Aragón.  
      Parece  ser que este Esquieu le fue a Jaime II de Aragón con la especie de que un  prisionero templario, con quien había compartido una celda, le había confesado  los pecados de la orden; Jaime no le creyó y lo echó "con cajas  destempladas"..., así que Esquieu se fue a Francia a contarle el cuento a  Guillermo de Nogaret, que no tenía más voluntad que la del Rey, y que, creyera  o no creyera en el mismo, no perdió la oportunidad de usarlo como pie para  montar el dispositivo que, a la postre, llevó a la disolución de la Orden.  
    El  viernes 13 de octubre de 1307, Jacques de Molay, último gran maestre de la  orden, y 140 templarios fueron encarcelados en una operación conjunta  simultánea en toda Francia y fueron sometidos a torturas, por las cuales la  mayoría de los acusados se declaró culpable de estos crímenes secretos. Algunos  efectuaron similares confesiones sin el uso de la tortura, pero lo hicieron por  miedo a ella; la amenaza había sido suficiente. Tal era el caso del mismo gran  maestre, Jacques de Molay, quien luego admitió haber mentido para salvar la  vida.  
      Llevada  a cabo sin la autorización del Papa, quien tenía a las órdenes militares bajo  su jurisdicción inmediata, esta investigación era radicalmente corrupta en  cuanto a su finalidad y a sus procedimientos. No sólo introdujo Clemente V una  enérgica protesta, sino que anuló el juicio íntegramente y suspendió los  poderes de los obispos y sus inquisidores. No obstante, la ofensa había sido  admitida y permanecía como la base irrevocable de todos los procesos  subsiguientes. Felipe el Hermoso sacó ventaja del descubrimiento, al hacerse  otorgar por la Universidad  de París el título de «campeón y defensor de la fe», así como alzando a la  opinión pública en contra de los horrendos crímenes de los templarios en los  Estados Generales de Tours. Más aún, logró que se confirmaran delante del Papa  las confesiones de setenta y dos presuntos templarios acusados, quienes habían  sido expresamente elegidos y entrenados de antemano. En vista de esta  investigación realizada en Poitiers (junio de 1308), el Papa, que hasta  entonces había permanecido escéptico, finalmente se mostró interesado y abrió  una nueva comisión, cuyo proceso él mismo dirigió. Reservó la causa de la orden  a la comisión papal, dejando el juicio de los individuos en manos de las  comisiones diocesanas, a las que devolvió sus poderes.  
    La  comisión papal asignada al examen de la causa de la orden había asumido sus  deberes y reunió la documentación que habría de ser sometida al Papa y al  Concilio General convocado para decidir sobre el destino final de la Orden. La culpabilidad  de las personas aisladas, que se evaluaba según lo establecido, no entrañaba la  culpabilidad de la orden. Aunque la defensa de la orden fue efectuada  deficientemente, no se pudo probar que la orden, como cuerpo, profesara  doctrina herética alguna o que una regla secreta, distinta de la regla oficial,  fuese practicada. En consecuencia, en el Concilio General de Vienne, en el  Delfinado, el 16 de octubre de 1311, la mayoría fue favorable al mantenimiento  de la orden, pero el Papa, indeciso y hostigado por la corona de Francia  principalmente, adoptó una solución salomónica: decretó la disolución, no la  condenación de la orden, y no por sentencia penal, sino por un decreto  apostólico (bula Vox clamantis del 22 de marzo de 1312).  
    El Papa  reservó para su propio arbitrio la causa del Gran Maestre y de sus tres  primeros dignatarios. Ellos habían confesado su culpabilidad y sólo quedaba  reconciliarlos con la Iglesia  una vez que hubiesen atestiguado su arrepentimiento con la solemnidad  acostumbrada. Para darle más publicidad a esta solemnidad, delante de la  catedral de Nôtre-Dame fue erigida una plataforma para la lectura de la  sentencia, pero en el momento supremo, el Gran Maestre recuperó su coraje y  proclamó la inocencia de los templarios y la falsedad de sus propias supuestas  confesiones. En reparación por este deplorable instante de debilidad, se  declaró dispuesto al sacrificio de su vida y fue arrestado inmediatamente como  herético reincidente, junto a otro dignatario que eligió compartir su destino,  y por orden de Felipe fue quemado junto a Geoffroy de Charnay en la estaca  frente a las puertas de Notre Dame en l'Ile de Paris el día de la Candelaria (18 de  marzo) de 1314.  
    En los  otros países europeos, las acusaciones no fueron tan severas, y sus miembros  fueron absueltos, pero, a raíz de la disolución de la orden, los templarios  fueron dispersados. Sus bienes fueron repartidos entre los diversos Estados y la Orden de los Hospitalarios:  en la península ibérica pasaron a la corona de Aragón en el este peninsular, de  Castilla en el centro y norte, de Portugal en el oeste y a la Orden de los Caballeros  Hospitalarios, si bien tanto en un reino como en otro surgieron diversas  órdenes militares que nos recuerdan a la disuelta, como la Orden de los Frates de  Cáceres o de Santiago, Montesa (en Aragón), Calatrava o Álcantara, a las que se  concedió la custodia de los bienes requisados. En Portugal el rey Dionisio les  restituye en 1317 como "Militia Christi" o Caballeros de Cristo,  asegurando así las pertenencias (por ejemplo, el Castillo de Tomar) de la orden  en este país. En Polonia los Hospitalarios recibieron la totalidad de las  posesiones de los Templarios.  
    Después  de que el Papa dio la orden por disuelta, en Portugal, los templarios cambiaron  su nombre a Caballeros de Cristo y algunos sobrevivientes de Francia pudieron  haber escapado a lugares como Suiza, Escocia y otros reinos y señoríos  aledaños.  
      Actualmente  se encuentra en los archivos secretos vaticanos el pergamino de Chinon, que  contiene la absolución del papa Clemente V a los Templarios [1]. Aun cuando  este documento tiene una gran importancia histórica, pues demuestra la  vacilación del Papa, nunca fue oficial y aparece fechado con anterioridad a las  Bulas "Vox in excelso", "Ad providam" y  "Considerantes", donde se procedió a la disolución de la Orden y la distribución de  sus bienes. Así, según el texto de "Vox in excelso": "Nos  suprimimos (...) la Orden  de los templarios, y su regla, hábito y nombre, mediante un decreto inviolable  y perpetuo, y prohibimos enteramente Nos que nadie, en lo sucesivo, entre en la Orden o reciba o use su  hábito o presuma de comportarse como un templario. Si alguien actuare en este  sentido, incurre automáticamente en excomunión". En concreto el Manuscrito  de Chinon está fechado en agosto de 1308. En esas mismas fechas (agosto de  1308), el Papa emite la Bula  "Facians Misericordiam", donde confirma la devolución de la jurisdicción  a los inquisidores y emite el documento de acusación a los templarios, con 87  artículos de acusación. Asimismo, emite la bula "Regnans in coelis",  por la que convoca el Concilio de Vienne. Por tanto, estas dos bulas, que sí  fueron promulgadas oficialmente, tienen validez desde el punto de vista  canónico, mientras que el documento de Chinon es un mero "borrador"  de gran importancia histórica, pero escasa importancia jurídica.  
    Especulaciones y misterios  
      El  rápido ascenso de la orden, su trágico final y las numerosas reclamaciones de  relación con ella por parte de grupos masones o logias, han hecho de los  templarios una fuente para teorías, especulaciones, hipótesis, así como obras  de ficción relacionadas con ellos y demás fantasías.  
      Entre  los temas que se han tratado se encuentran la posesión de fastuosos tesoros y  riquezas, de reliquias mágicas como el Santo Grial, un trozo de la cruz en la  cual murió Jesús, o aún, a partir de las obras de Michael Baigent y Richard  Leigh, posible descendencia del mismo. En muchos casos se trata de pura  especulación sin apenas pruebas.  
    La Leyenda del Viernes 13  
      Se  asocia normalmente al juicio de los templarios la aciaga leyenda de este día.  Sin embargo, el 13 es un número relacionado con la mala suerte en muchas  culturas, mientras que la detención masiva de los templarios en un viernes y 13  sólo ocurrió en Francia.  
    Cátaros y albigenses  
      Con  frecuencia, la literatura esotérica sobre los templarios incluye a los cátaros,  un secta medieval que también plantea numerosas incógnitas. Esta relación se ve  reforzada porque ambos grupos tenían su mayor implantación en el Sur de  Francia.  
      Es  factible, y de hecho está comprobado, que varios cátaros ingresaron en la  orden, existiendo registros en la encomienda de Másdeu, por ejemplo.  Probablemente podría acudirse a un mutuo sentimiento de simpatía en ciertas  regiones muy determinadas de Francia o de la Corona de Aragón. Pero, desde luego, puede  afirmarse con rotundidad que la generalidad de los templarios no fueron adeptos  al catarismo.  
    El tesoro de los templarios  
      El  tesoro de los Templarios, sea cual fuere la naturaleza de éste, también es otro  tema muy dado a la fantasía. Las riquezas de los templarios parecen haber sido  el motivo de Felipe de Francia para eliminar a la orden. Sin embargo, cuando  tomó posesión de los edificios del Temple en París, no pudo encontrarlo. Si así  hubiera sido, con seguridad se hubiera conservado el hecho en las crónicas, si  bien es cierto que hubo un reflote de la moneda de plata francesa tras la  disolución de la orden, pero este hecho podría deberse a la ingente cantidad de  bienes muebles e inmuebles que Felipe se apropió.  
    ¿Dónde  está, pues, ese tesoro, si es que no se encontró? Hay varias opciones: la  primera, en el castillo de Arginy, en la región francesa de Beaujolais, donde  la tradición dice que el templario Francisco de Beaujeu escondió el tesoro del  "Vieux Temple", y donde los Rosemont, propietarios del castillo desde  1883, hicieron numerosas excavaciones que abandonaron por "miedo", y  donde se han realizado numerosas investigaciones y reuniones de sociedades  secretas, pero donde nunca se ha logrado encontrar nada.  
    La  segunda, en el castillo de Gisors, cerca de París. Allí, en 1944, Roger Lhomoy  (jardinero) excavó un túnel debajo del castillo, tras el que dice que encontró  una capilla románica, con 19 sarcófagos y treinta armarios de metal noble.  Comunicó su hallazgo a las autoridades pero nadie le hizo caso. Incluso  después, ciertas autoridades arqueológicas le tildaron de enfermo mental. Pero,  tesoro o no tesoro, lo cierto y real es que en 1964, la zona fue militarizada,  controlada por el ejército y fuertemente vigilada [cita requerida].  
    La flota templaria  
      La flota  templaria anclada en La   Rochelle es otro misterio, pues se desvaneció como si nunca  hubiera existido. Hay constancia histórica de la existencia de esa flota, pero  lo cierto es que Felipe "el Hermoso" nunca pudo echar mano de ella.  
      El  destino de la flota es un misterio. Las teorías más fantasiosas llegan a  hacerlas viajar a América a pesar de las dificultades técnicas de la época. Las  supuestas pruebas (en las leyendas de los nativos precolombinos) son, cuando  menos, dudosas. Aunque, por otro lado, hay estudiosos que sostienen que los  fenicios, los vikingos y los Templarios pueden haber llegado hasta las costas  de Sudamérica.  
    Una  teoría más factible asegura que la flota se dirigió costeando Inglaterra e  Irlanda hasta Escocia, donde a la sazón reinaba Robert Bruce, que estaba  excomulgado por el Papa Clemente y cuyos territorios estaban colocados en  interdicto. Reino en el que, evidentemente, el rey no tendría muchos reparos en  no cumplir las bulas papales... y que se hallaba inmerso en una lucha a vida o  muerte con Inglaterra, razón por la cual Roberto Bruce debería haber acogido  con los brazos abiertos a los caballeros templarios, expertos guerreros. Se  llega a decir que la victoria decisiva de Escocia sobre Inglaterra en la Batalla de Bannockburn fue  debida a una carga de caballeros templarios.  
    La  famosa Capilla Rosslyn sería atribuida sin fundamento a los templarios, dando  inicio a leyendas en las que se dice que escondieron en su ornamentación las  claves de su supuesto saber hermético y del lugar de su tesoro. También se crea  de esta manera una inconexa e indocumentada relación con la masonería.  
    Supersticiones  
      La  pronta muerte de muchos de los relacionados con el juicio a los templarios ha  sido tratada en la literatura muchas veces. Varias leyendas y relatos  románticos cuentan cómo el Maestre de la orden lanzó una maldición en la  hoguera, que supersticiosamente se relaciona con lo anterior.  
      Otra  leyenda dice que el viernes 13 es día de mala suerte porque en ese día fue  encarcelado el último Gran Maestre de la Orden.  
      Por  último, y desde un punto de vista tan esotérico como romántico, cuenta la  leyenda que en París[cita requerida], en la zona del Vieux Temple, cuando las  noches son oscuras y cerradas, aún se puede escuchar una voz que grita  "¡¿Quién defiende al Temple?!".  
    Templarios del siglo XXI  
      Debido  al "misterio" con que se ha adornado siempre la historia de la Orden del Temple, después  de su disolución han ido apareciendo autoproclamados sucesores de la misma.  
      En 1981 la Santa Sede se tomó el  trabajo de confeccionar una lista de organizaciones que se declaraban sucesoras  de los templarios... y encontró más de cuatrocientas.  
      Cierto  que la inmensa mayoría de ellas no son sino grupos pantalla para cubrir otros  fines, con prácticas que bordean el límite de lo lícito, y, algunas otras, con  un claro comportamiento sectario (recordemos la tristemente famosa Orden del  Templo Solar).  
      Algunas  asociaciones de esta lista, sin embargo, dedican su trabajo a fines altruistas  (los Caballeros de la   Alianza Templaria, contra la droga, por ejemplo) o a fines  menos prácticos pero inocuos (La   Orden de los Caballeros del Temple y de la Virgen María y su  dedicación a la alquimia)...  
    Algunas  corrientes masónicas también dicen descender de los templarios, como la Estricta Observancia  Templaria del Barón d'Hund, y algunos ritos masónicos tienen grados  relacionados con los templarios. De hecho, Andrew Mitchell Ramsay, considerado  el padre de la masonería escocesa como la conocemos hoy en día, en su  "Discurso" afirmaría sin ambages que los cruzados habían fundado la  masonería en Tierra Santa, y que dicha masonería no era sino la Orden del Temple.  
    Pero  ninguna de las organizaciones existentes hoy en día puede, en manera alguna,  probar su efectiva y legal descendencia de la Orden fundada por Hugo de Payens y sus Pobres  Caballeros de Cristo.  
    Para  terminar, fue el inmortal Dante, en su magna obra "La Divina Comedia",  en el Libro del Paraíso, Capítulo XXX, versos 127-129, el que dio última  noticia real de los Templarios: "Como al que quiere hablar y no halla  acento me llevó Beatriz y dijo: Mira de estolas blancas este gran  convento"  
    Templarios famosos  
      Jacques de Molay, el último gran Maestre de la orden  
      Grandes Maestres del Temple  
      1. Hugo de Payens (1118-1136)  
      2. Robert de Craon (1136-1146)  
      3. Evrard des Barrès (1147-1151)  
      4. Bernard de Tremelay (1151-1153)  
      5. André de Montbard (1154-1156)  
      6. Bertrand de Blanchefort (1156-1169)  
      7. Philippe de Milly (1169-1171)  
      8. Eudes de Saint-Amand (1171-1179)  
      9. Arnaud de Torroja (1180-1184)  
      10. Gérard de Ridefort (1185-1189)  
      11. Robert de Sablé (1191-1193)  
      12. Gilbert Hérail (1193-1200)  
      13. Phillipe de Plaissis (1201-1208)  
      14. Guillaume de Chartres (1209-1219)  
      15. Pedro de Montaigú (1219-1230)  
      16. Armand de Périgord (1232-1244)  
      17. Richard de Bures (1245-1247)  
      18. Guillaume de Sonnac (1247-1250)  
      19. Renaud de Vichiers (1250-1256)  
      20. Thomas Bérard (1256-1273)  
      21. Guillaume de Beaujeu (1273-1291)  
      22. Thibaud Gaudin (1291-1292)  
      23. Jacques de Molay (1292-[[1314]  
      Los  Nueve Fundadores  
      1. Hugo de Payens  
      2. Godofredo de Saint-Omer  
      3. Godofredo de Bisol  
      4. Payen de Montdidier  
      5. André de Montbard  
      6. Arcimbaldo de Saint-Amand  
      7. Hugo Rigaud  
      8. Gondemaro  
      9. Rolando 
       
      Cordialmente 
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