LA   CIENCIA CONFIRMA LA PROFECIA MAYA 
      
      
     
      El cumplimiento de las detalladas predicciones que la antigua cultura maya  hizo para el periodo que media entre los años 1992 y 2012 de nuestro calendario  plantea un profundo misterio y una pregunta inquietante: ¿nos encontramos  realmente viviendo el final de una era cósmica y veremos dentro de siete años  el amanecer de una con signo muy distinto? 
   
  Los científicos no saben qué está sucediendo con el Sol. El 20 de enero  de este año, una sorpresiva tormenta solar alcanzó la Tierra con su máximo de  radiación sólo 15 minutos después de iniciarse la serie de explosiones, cuando  lo habitual son 2 horas. Según Richard Mewaldt, del California Institute of  Technology, fue la más violenta en los últimos 50 años. También ha sido la más misteriosa. 
   
  Los científicos creían que dichas tormentas se producían en la corona  solar por las ondas de choque asociadas a eyecciones de plasma. Sin embargo, en  este caso parece haberse originado extrañamente en el interior del Astro Rey,  según afirmó el profesor Robert Lin, de la Universidad de  California. 
   
  Los astrónomos expresaron su perplejidad. El profesor Lin –principal  investigador del satélite Reuven Ramaty High Energy Solar Spectroscopic Imager  (RHESSI)– concluyó su declaración con una frase muy significativa: «Esto  significa que realmente no sabemos cómo funciona el Sol». 
   
  En resumen: el insólito  fenómeno del 20 de enero ha pulverizado los modelos predictivos de nuestra  ciencia. Pero además, ¿por qué se produce una actividad tan intensa y anómala  en este momento? El pico de máxima actividad de nuestra estrella –en su ciclo  principal de 11 años– tuvo lugar en el año 2000. 
   
  En 2004 los físicos solares  observaron una ausencia total de manchas, algo que siempre anuncia la  proximidad de un mínimo de actividad. Dicho mínimo debía producirse entre 2005  y 2006, unos 4 años antes del nuevo máximo, previsto para el año 2010 o 2011,  precisamente en vísperas de la fecha para la cual los antiguos mayas  profetizaron el final de la era correspondiente al «Quinto Sol» y el comienzo  de otro ciclo cósmico, llamado «Sexto Sol». 
   
  ¿Sabían algo los mayas que  nuestra ciencia actual ignora? ¿Podrían ayudar sus textos sagrados a los  científicos, desconcertados por el extraño e inquietante comportamiento del  Astro Rey? 
  Y sobre todo: ¿por qué  motivo prestó aquella antigua cultura tanta atención a la actividad solar de  nuestros días en tiempos tan remotos? 
   
  El calendario maya finaliza abruptamente el sábado 23 de diciembre de  2012, 5.125 años después de iniciarse la era del «Quinto Sol». 
   
  Según sus profecías, la  causa física desencadenante es que el Sol recibiría un rayo proveniente del  centro de la galaxia y emitiría una inmensa «llamarada radiante» que  transmitiría esa radiación a la   Tierra y al resto del sistema solar. Este evento precedería  al comienzo de un nuevo ciclo cósmico. 
   
  Según su cómputo, habrían  tenido lugar ya 5 ciclos de 5.125 años, completando una serie de 25.625 años,  periodo muy próximo al de «la precesión de los equinoccios», conocido como «Año  Platónico» o «Gran Año Egipcio», correspondiente a un ciclo completo formado  por 12 eras astrológicas ( 25.920 años). 
   
  Según los mayas, en la Tierra cada ciclo de 5.125  años habría sido el escenario de la aventura de una Humanidad –«una raza» en su  concepto– y habría acabado con su destrucción, seguida por la regeneración que  trae el siguiente ciclo o «Sol». Al comienzo de éste se produce una  sincronización de la «respiración» de todas las estrellas, planetas y seres. 
   
  El 11 de agosto de 3.113 a.C. los mayas fijaron  el nacimiento del «Quinto Sol» –la era actual– cuyo final llegaría en 2012. La Era del Agua habría acabado  con el Diluvio, la posterior a ésta con un diluvio de fuego y la nuestra,  llamada «del Movimiento», finalizaría con violentos terremotos, erupciones  volcánicas y huracanes devastadores. 
   
  La mitología de las  culturas antiguas más diversas recoge la memoria de inundaciones catastróficas  que tuvieron lugar hace unos 12.000 años y de misteriosas lluvias de fuego,  hace algo más de 5.000 años, que investigadores como Maurice Cotterell asocian  a un gran cometa que rozó la atmósfera terrestre. 
   
  La predicción maya también  describe los 20 años anteriores al primer día del «Sexto Sol» con cierto  detalle. Este ciclo menor, que ellos denominaban Katum, ya ha consumido casi  dos tercios de su duración total. Ello nos permite verificar hasta qué punto se  han cumplido sus profecías hasta este momento y, en consecuencia, decidir si su  nivel de aciertos merece suficiente credibilidad como para prestarles atención. 
   
  El último Katum –denominado  por ellos «el tiempo del no tiempo»– habría empezado en el año 1992 de nuestro  calendario, después de un eclipse de Sol que esta cultura pronosticó para el 11  de julio de 1991 y que se cumplió puntualmente. En el concepto maya se trataría  de un periodo de transición, caracterizado por profundos cambios cósmicos,  telúricos e históricos. 
   
  Es curioso observar que en  septiembre de 1994 se produjeron fuertes perturbaciones en el magnetismo  terrestre, con alteraciones importantes en la orientación de las aves  migratorias y cetáceos, e incluso en el funcionamiento de la aviación. 
   
  En 1996, la sonda espacial  Soho descubrió que el Sol no presentaba ya polos magnéticos sino un único campo  homogeneizado. En 1997 se produjeron violentas tormentas magnéticas en el Sol.  Y en 1998, la NASA  detectó la emisión de un potente flujo de energía proveniente del centro de la  galaxia que nadie supo explicar. 
   
  Otra fecha importante de  las profecías mayas fue el eclipse total de Sol del 11 de agosto de 1999, que  también se verificó puntualmente. Según el Chilam Balam –un libro sagrado  maya–, siete años después del inicio del último Katum (1999) comenzaría una era  de oscuridad y las convulsiones de la   Tierra –sismos, huracanes, erupciones volcánicas– aumentarían  sensiblemente. 
   
  El 15 de septiembre de  1999, sólo un mes después del mencionado eclipse, una misteriosa explosión  proveniente del espacio eclipsó durante horas el brillo de algunas estrellas.  Las radiaciones de ondas radio, rayos gamma y rayos X multiplicaron su  intensidad por 120. Astrónomos como Richard Berendzen y Bob Hjellming, del  Observatorio Radioastronómico de Nuevo México (EE UU), calificaron este  fenómeno como un enigma «digno de una investigación detectivesca». 
   
  EL RAYO Y LA LLAMARADA RADIANTE 
   
  Ante estos hechos objetivos cabe preguntarse: ¿podría ser esa misteriosa  e inexplicada radiación de 1999 el rayo proveniente del centro de la galaxia  que, según los mayas, alcanzaría al Sol antes del año 2012, cuando se  dispararan los fenómenos sísmicos? ¿No resulta también evocador de «la  llamarada radiante» que, según los mayas emitiría el Sol después de recibir ese  «rayo», la igualmente enigmática y anómala explosión solar del 20 de enero de  2005, que ha dejado perplejos y sin respuestas a los científicos? 
   
  El eclipse del 11 de agosto de 1999 que precedió a la fuerte radiación  proveniente del espacio del 15 de septiembre de 2005 inauguró un periodo de  cataclismos naturales. 
   
  El día 7 de ese mismo mes se produjo un terremoto de 5,9º (escala  Richter) en Grecia, con 218 muertos; el 8, inundaciones catastróficas en China,  con miles de muertos; el 17, un terremoto de 7,4º en Turquía, con 15.000  muertos; el 20, un terremoto de 7,6º en Taiwan, con 2.000 muertos; el 22, una  cadena de terremotos menos destructivos –entre 2º y 5,2º– en todo el planeta;  el 30, un terremoto en Oaxaca (México), seguido de grandes incendios debidos a  explosiones de gas, con más de 100 muertos; y el 10 de octubre las lluvias  produjeron 300 muertos y 500.000 damnificados, también en México. 
   
  No se trata de una lista  exhaustiva de catástrofes ni mucho menos, sino sólo de una muestra de algunos  fenómenos muy destructivos, ocurridos tan sólo en los dos meses que siguieron  al eclipse de agosto. Incluir los conflictos humanos que estallaron en esos dos  meses y otras catástrofes naturales requeriría un abultado volumen. 
   
  En este mismo número se  recogen otros datos sobre el aumento espectacular de los seísmos, erupciones  volcánicas y meteoros violentos. La comparación de la intensidad y la cantidad  que estos fenómenos tuvieron en los últimos años con periodos anteriores revela  que experimentaron un incremento espectacular en este periodo que los mayas  denominaron «el tiempo del no tiempo». 
   
  Después de la potente y  anómala radiación emitida por el Sol el 20 de enero de este año se han  disparado las erupciones volcánicas, que ya habían experimentado un incremento  notable después del eclipe de 1999. En todo 2004 se registraron 31 erupciones  significativas. 
  Sólo entre enero y abril de  2005, se han detectado 21. Y si sumamos los informes sobre nueva actividad de  los volcanes que experimentaron erupciones significativas desde 1999, la cifra  asciende a 43 para los 4 meses iniciales de este año. 
   
  A esta confirmación de las  predicciones mayas debemos añadir otras. Según dichas profecías, a partir del  eclipse de 1999 se incrementarían las guerras y la destrucción. 
   
  El cono de sombra de este  eclipse se proyectó precisamente sobre Medio Oriente, Irak, Irán, Afganistán,  Paquistán e India, señalando un área sacudida por los conflictos más  sangrientos y la amenaza permanente de una confrontación entre Paquistán e  India, ambos con arsenal nuclear. 
   
  Al acercarse el 2012 una  ola de calor aumentaría la temperatura del planeta, produciendo cambios  climáticos, geológicos y sociales sin precedentes, con una rapidez asombrosa.  Estamos inmersos en dicha dinámica. El acelerado derretimiento de los glaciares  en todo el mundo y la aparición de zonas verdes en la Antártida es ya un hecho  confirmado científicamente. También anunciaron los cambios inesperados de la  actividad del Sol que los científicos están verificando. 
   
  Las profecías mayas  pronostican la aparición de un cometa, con alta probabilidad de un impacto  contra la Tierra.   Curiosamente, también en el Apocalipsis de San Juan se  predice la llegada de este cometa llamado «Ajenjo» como signo del «Final de los  Tiempos». 
   
  Otra coincidencia llamativa  es que el 11 de agosto de 1999, no sólo tuvo lugar el último eclipse total del  milenio, sino la formación de una configuración astrológica muy rara: la Gran Cruz Cósmica,  formada en los signos de Tauro, Leo, Escorpio y Acuario, por el Sol, la Luna y tres planetas  (AÑO/CERO, 102). 
   
  Esta Cruz también nos  remite al Apocalipsis porque evoca a «los cuatro vivientes custodios del  Trono». 
   
  El primero es descrito como  «semejante a un león» (Leo), el segundo «semejante a un toro» (Tauro), el  tercero «con semblante humano» (Acuario, el Aguador) y el cuarto semejante a un  águila (Escorpio). 
   
  Estamos ante un simbolismo  complejo que encaja con las profecías mayas del comienzo del «Sexto Sol»: una  nueva era que, según su predicción, supondrá «el final del tiempo del miedo» y  una Humanidad renovada cósmicamente, que construirá una civilización superior a  la actual. 
  Esta convergencia de  expectativas, independientes unas de otras, que avalan las profecías mayas es  otro hecho a tener en cuenta. 
   
  Resulta inevitable recordar  a maestros como Sri Aurobindo que, junto a su compañera Madre y su discípulo  Satprem, promovieron una transformación fisiológica, convencidos de que, en un  ser humano superior, debería producirse «el despertar» del cuerpo a nivel  celular e incluso de los átomos. 
   
  UNA EVOLUCIÓN PROGRAMADA 
   
  Aurobindo enseñó que se  produciría «un descenso de la luz superior a las partes más bajas de la naturaleza»,  que favorecería el acceso del ser humano a un nivel de conciencia más elevado  que el actual. 
   
  ¿Podría este cambio ser  activado o favorecido por ese gran evento cósmico que anunciaron las profecías  mayas? ¿Podría ese salto vibracional del Universo, transmitido por el Universo  al Sol y por éste a la Tierra,  estar impulsando «la gran transformación» que, según los mayas, llegará  definitivamente a nuestro planeta el sábado 23 de diciembre de 2012? 
   
  En cualquier caso, todas  estas profecías son muy elocuentes respecto a dicho salto cualitativo en la  evolución de la conciencia. 
   
  El cambio cósmico crea las  condiciones, pero la transmutación interior sólo puede ser el resultado de una  decisión libre y de un trabajo interior individual. 
   
  En este final del último  Katum del calendario maya el Cielo nos pone ante una encrucijada:  autodestrucción o transformación. Nos hallamos, por tanto, en una especie de  «tierra de nadie»: una fase definitiva que ya no pertenece a la vieja era, pero  tampoco a la que amanecerá dentro de siete años, cuando se abra «la puerta»  cósmica de un tiempo renovado. 
   
En cualquier caso, nos  parece evidente que los hechos corroboran las profecías mayas lo suficiente  como para tomarlas en serio y examinarlas sin prejuicios a la luz de lo que  sabemos del mundo. ¿La evolución biológica y psicoespiritual responde a una  programación cósmica inteligente? Este es, sin duda, el gran misterio que se  nos plantea".  
    Alejandra  Guerra. 
       
      Cordialmente 
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