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ORACIÓN del HOMBRE LIBRE

A Vos, Mi Señor, que de lo alto del cielo contemplas apenado la destrucción del hombre por el hombre, elevo este humilde libro campesino de viejas costumbres y candorosas ingenuidades, un poco niño por la sencillez de mis relatos y otro poco
fuerte y bravo, como deberían ser los hombres sin la pequeñez insolente de la vanidad y la mentira.

Deja que un poco de paz duerma en las ciudades hambrientas; haz que tus hijos contemplen el espacio ignoto, que se miren allí como en un gigantesco espejo, para que vean reflejarse en ellos mismos la chatura y la imbecilidad que los domina.

Concédeles la gracia de ablandar su orgullo y fortalecer sus costumbres, que se encuentran en el plano inclinado de la corrupción y la decadencia.

Enséñales, Dios Mío, a amar los seres y las cosas; que aprendan a quererse entre si de una manera humana y comprensiva, que amen las bestias y las plantas, comprendiendo que al amar honestamente la vida, llegaran a saborear la verdadera
libertad que ellos jamás han sentido ni comprendido.

Déjales admirar la extensión ilimitada de mares y llanuras, porque siempre han vivido ciegos como los topos, pese a que Tú les has dado la vista y el pensamiento para elevarse de sus propias conciencias.

Déjales que puedan mirar asimismo las montañas azules y los bosques silenciosos, como también sentirse sacudidos por el viento calido del mediodía, que enerva la sangre y crispa los músculos, en el lejano desierto de arena y pedregullo.

Permíteles, Dios Mío, que sientan el regocijo de bañarse en arroyos cristalinos y sacudirse sobre los pastos tiernos, para que llenen de bienaventuranza los poros de sus cuerpos ahogados.

Deja que alguna vez duerman tirados en el suelo y cubiertos por la lejanía de las estrellas nocturnas;  pídote, Dios Mío, que les permitas comer tan solo una vez a la sombra de talas o algarrobos y saborear tu sangre en el botellón de vino refrescado
que sale de odres campesinos como las aguas puras de una vertiente serrana.

Solo así, Dios Mío, aprenderá el hermano hombre a buscar la belleza emocionada de la vida.

Cuando todos comprendan que para nada vale amontonar dinero, reunir poderes o poseer enormes heredades, pues una gota de agua o un soplo de viento nos convertirá en piltrafas y gusanos, recién entonces el hombre será dueño de si mismo
y Tu le habrás enseñado el camino de la paz y la verdad.

GUILLERMO TERRERA
1947

 

 
 
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