UBICACIÓN DE LOS GRUPOS ETNO-CULTURALES,

EN EL CENTRO-SUR DE LA ARGENTINA.

 

 

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  Para la mejor ubicación de todas las naciones aborígenes, que poblaron el territorio del extremo sur del Continente Blanco, entre los años de 1500 a 1800, hemos efectuado una reseña general y completa de las mismas, tomando como línea de separación, las actuales provincias de San Juan, Córdoba, Santa Fé y la Mesopotamia.  Las etnías que se asentaban en ese dilatado territorio pueden ser explicitadas, de norte a sur, ubicándolas en el siguiente contexto:

 

         a)- Huarpes: grupo indígena con hábitat en la actual provincia de San Juan y en el extremo norte de Mendoza.  Su principal asiento geográfico fue en los alrededores de la laguna de Guanacache.  Vecinos de este grupo etno-cultural, lo fueron los Comechingones de Córdoba, los Michilingues, los Huarpes Allentiac, los Huarpes Millcayac y los Indamas.  Los Huarpes conocidos como Millcayac se dividían en  trece pueblos distintos.  Todos ellos se vestían con taparrabos de cuero o de tejido y una especie de camiseta o manto de cuero.

         Cultivaban maíz, zapallos y porotos.  Criaban llamas y vicuñas, de donde obtenían lana y carne.  Las armas que emplearon en sus faenas de caza o en las guerras, se constituían de arcos, flechas, jabalinas, hachas de piedra, boleadoras de dos, bolas perdidas, hondas de cuero para arrojar mortíferas piedras, garrotes o macanas y cuchillos de hueso y de piedra.

         Practicaron la poligamia y fueron adoradores del Padre Sol.  Hablaban la lengua denominada como Allentiac y el dialecto Millcayac.  Los Huarpes que vivieron en torno a la laguna de Guanacache, gustaban del pescado como principal alimento, lo mismo que de la carne del guanaco y el avestruz que abundaba en esas regiones.

         Existe la creencia que estas tribus pueden haberse desprendido del grupo Pehuenche, pero en el largo peregrinaje de norte a sur, llevado a cabo por los ándidos, pueden haber sido parcialidades bajadas de los diaguitas y otros pueblos, y constituir elementos ancestrales del quichuismo, dado incluso que usaban la vestimenta de camiseta y taparrabo de los pueblos ándidos.

         b)- Michilingues:  ocuparon el sur de La Rioja y el extremo norte de San Luis, fueron desde luego vecinos de los Huarpes y de los Comechingones de la Sierra de Córdoba, quizá hayan provenido del grupo de naciones del antiguo quichuismo y compartían costumbres y creencias en común con ambas naciones contiguas.  Se expresaban en lengua michilingue y también fueron adoradores del Padre Sol.

         c)- Comechingones:  tuvieron como habitat permanente, hasta su desaparición, las llamadas sierras de Viarava y Charava, que en nuestros días corresponden a las denominadas sierras chicas y grandes, ubicadas al oeste del territorio de Córdoba.  Pertenecieron al grupo ándido y se conocieron como indios barbados, de piel bastante clara.  En el templo de Inti-Huasi adoraban al Sol, representado por un bello relieve grabado en granito de color rojizo y sobre un fondo  terracota, donde se encontraba representado todo el firmamento que por las noches observaban los Comechingones.

         Por el sur-oeste de su territorio colindaban con las tribus Pehuenches, que se distribuían desde los contrafuertes del naciente de los Andes, en la actual Mendoza, hasta la dilatada llanura del sur-este de Córdoba, sur de Santa Fé y norte de Buenos Aires, donde se encontraban las tribus conocidas como Pampas.  En las cercanías de la laguna de Ansenusa, en la actualidad llamada de Mar Chiquita, sus vecinos fueron los indios Sanavirones que también ocupaban una franja de superficie en el extremo sur-este de Santiago del estero.

         Los Comechingones o Indios Barbados como les llamaron los españoles, hablaban su propia lengua y también la camiare que era muy similar a la comechingona.  Estos antiguos idiomas, fueron desprendimientos de la lengua quichua que también era conocida y hablada en esas regiones.  Este pueblo serrano alcanzó una población superior a los treinta mil habitantes, esparcidos en cerca de seiscientos  pequeños pueblos o tolderías y se alimentaban con maíz, porotos, zapallos, papas y carne de la abundante cacería que les proporcionaba una tierra rica en pastos y en numerosos cursos y vertientes de agua.  También cosechaban algarroba, chañar y piquillín.

         d)- Sanavirones: ésta parcialidad aborigen totalmente desaparecida, tenía como habitat el área geográfica de la antigua Ansenusa o mar salado, ahora conocido como Mar Chiquita y sus límites al oeste fueron el cerro Colorado, al sur El Tío y la propia San Francisco  (Córdoba), y hacia el norte, con pueblos como el Mocobí que ya escapan a nuestra clasificación y enumeración de etnías aborígenes del centro-sur de la Argentina.

         Las tribus sanavironas trabajaban en arcilla y algo en piedra, fueron excelentes cazadores, se alimentaron de maíz y zapallo como todos sus vecinos y tenían muy buena pesca, dada la proximidad de una enorme laguna, con más de ciento ochenta mil hectáreas de superficie.  Se cree con fundamento que los Sanavirones, pertenecieron al grupo ándido y se desprendieron de los Comechingones y de otras naciones aborígenes del nor-oeste de la Argentina, afincándose en el área de Ansenusa, donde se encontraban a la llegada de los españoles a esos territorios.  Su lengua se denominaba sanavirona, pero se entendían con sus vecinos serranos, a causa de pertenecer al gran estrato etno-cultural del quichuismo.

         e)- Pehuenches: fue una parcialidad o familia de los araucanos que vivió en la cordillera de los Andes, desde el paralelo 36 hasta el paralelo 40 de latitud sur.  Su nombre proviene de “pehuén” que equivale a pino y “che” que significa gente u hombre.  En Neuquén existe un departamento que lleva el nombre de Pehuenche y tiene 8.843 Km.cuadrados de superficie y alrededor de doce mil habitantes.

         Los Pehuenches del sur mendocino y del Neuquén, se adentraron sobre la actual provincia de San Luis y llegaron en su dispersión hasta el sud-oeste de la provincia de Córdoba.  Tan es así que para el siglo XVII y XVIII, lindaban con los Comechingones de la Sierra de Córdoba y con los Pampas y Ranqueles de la enorme llanura de la Argentina.

         Estos Pehuenches de ancestral origen araucano, vivieron de modo permanente y durante muchísimos siglos, sobre las faldas de la cordillera de los Andes que dan sobre el territorio argentino, y constituyeron una de las etnías derivadas de los araucanos que formaron un grupo independiente y con caracteres propios de los indígenas establecidos al otro lado de los Andes, en el  área geográfica después considerada como chilena.  Los Pehuenches, cuando los españoles realizaron los primeros contactos con los aborígenes del centro-sur de la actual Argentina, ya vivían al naciente de la cordillera andina y sus tribus se extendían hasta el sur de la provincia de Córdoba.

         f)- Pampas: fueron los habitantes de las dilatadas llanuras que comenzaban al sur de Santa Fé, al sur-este de Córdoba y se extendían por el centro, por el este y el sur de la actual provincia de Buenos Aires.  Su nombre en quichua equivale a “espacio abierto” y se le aplicó a esas tribus, dada la coincidencia de habitar tan extenso como abierto territorio.

         Su vestimenta consistía en chiripaes de tejido o de cuero sobado, y se cubrían con un poncho por general de fondo negro y guardas en “equis” o en “cruces dobles”, de color blanco que los hacía sumamente vistosos.  Usaban las vinchas tradicionales sujetando el cabello y pasando sobre la frente.  Sus armas predilectas, tanto para la caza como para emplearlas en las guerras, fueron la lanza de tacuara o colihue, de notable longitud, las boleadoras de dos ramales, conocidas como “bolas pampas”, la temible bola perdida que iba sujeta a un largo ramal de cuero trenzado, las hachas y los cuchillos de piedra, y desde luego el arco y las flechas que usaban con consumada maestría.

         Sus primitivas viviendas consistían en enramadas, sujetadas por horcones, y en toldos de cuero de guanaco que a partir de las primeras décadas del siglo XVII, ante el auge de los ganados bovino y yegüarizo traídos por los españoles, se confeccionaban con cueros de tales animales, cosidos entre ellos, para darle más amplitud a sus toldos.

         Adoraban al Padre Sol y sus machis o brujos eran quienes intercedían entre los ruegos y las invocaciones de los pampas con el Señor de los Cabellos de Oro o con sus dioses lares como Ñegechen, Huenupillún y Huecaventrú.  El primero de ellos era un dios de la bondad, el segundo, es decir Huenupillún, fue el creador del cielo y de la tierra, mientras que el último era el dios de la maldad, el demonio en su amplia concepción cultural.

         Las águilas fueron consideradas como animales sagrados y se las adoraba.  Los machis y hechiceros, predecían el porvenir por interpretación del vuelo de los pájaros.  Su religión era muy simple y su medicina practicada tanto por chamanes o médicos primitivos como por machis o brujos de cada tribu, era de contenido extra-humano, mágica, con ritos y ceremonias especiales para sanar a los enfermos de males de la mente, del cuerpo y del espíritu.

         En sus costumbres practicaban la poligamia y el número de sus mujeres variaba de acuerdo a los bienes que podía poseer cada uno de ellos.  Eran grandes cazadores de guanacos, ciervos y venados, lo mismo que de jabalíes, en las lagunas obtenían buenos pescados para su alimentación y consumían zapallo, papas, algarroba y maíz. Preparaban chicha de maíz y aloja de los frutos del algarrobo, para beber en sus fiestas y ceremonias.  La lengua que hablaban éstos pobladores de la llanura, se denominaba como “pampa” y fue un lenguaje propio, pero con mucha similitud con el araucano.

         Mientras fueron pedestres, a causa de no poseer el caballo, no se alejaban demasiado de sus toldos, pero una vez convertidos en hábiles jinetes, se desplazaron con inusitada rapidez por los diferentes confines de su territorio e incluso de sus vecinos, como lo fueron los Pehuenches, los ranqueles, boroganos, puelches y querandíes.  El empleo de los yeguarizos los transformó en bravos guerreros, no solo en sus enfrentamientos con los “huincas”, sino también, con otras parcialidades aborígenes, con las cuales mantenían guerras por muy diferentes motivos.

         Al realizarse la Conquista del Desierto ( 1878-1881 ), muchas tribus pampas quedaron establecidas en la provincia de Buenos Aires, como en el caso de Catriel, Coloqueo y otros, pero muchos de ellos abandonaron sus habitats primitivos, ante el avance de las fuerzas nacionales y se refugiaron en los contrafuertes de la Cordillera de los Andes.  De éstos, un bajísimo porcentaje entró a Chile, país que consideraban extranjero y pequeño, algunos que lo hicieron, regresaron luego a Neuquén y Río Negro, donde se establecieron con los demás integrantes de esta etnía argentina, que ante la terminación de las operaciones militares, salieron de sus refugios andinos y se establecieron definitivamente en esas dos provincias de la República Argentina, en un número que escasamente llega en nuestros días a los seis o siete mil pobladores, quienes solo mantienen escasos vestigios de su antigua cultura.

         Los pampas, puelches, y ranqueles, ya eran hace ciento veinte años atrás, individuos consubstanciados en cierta manera, con la vida y las costumbres de los pobladores criollos argentinos de toda la enorme pampa geográfica, con sus sierras de Tandil y la Ventana, que integran el territorio de los antiguos pampas.  En nuestros días, no se puede hablar más de araucanos argentinos, para referirnos a grupos, penetrados al naciente de los Andes hace trescientos años, pues los Pampas y todas las parcialidades étnicas, surgidas de esas viejas invasiones, tienen centurias de permanencia y muchas generaciones de indígenas argentinos y de criollos argentinos, nacidos en tantos años de nuestra historia.

         g)- Puelches: esta etnía de aborígenes habitaba hasta el siglo XIX, la falda oriental de la cordillera de los Andes y su nombre significa, casualmente esa característica de su habitat, dado que “puel” en araucano equivale a oriente y “che” a gente u hombre, de lo cual se infiere la denominación exacta de “gente o pueblo del oriente”.  Esta era la denominación que recibían los puelches argentinos de los araucanos chilenos que habitaban del otro lado del macizo andino.

         Los Puelches habitaban en el extremo sur de Mendoza y sobre la cordillera neuquina.  Sus costumbres y creencias fueron similares a la de los Pampas y Pehuenches que eran sus vecinos inmediatos.  Su lengua fue asimismo la conocida como pampa y por la proximidad con los araucanos de Chile, muchos Puelches hablaban también ese idioma, como una necesidad  de entendimiento y relación.

         Tanto los pehuenches como los puelches, vivieron en la falda oriental de los Andes, y frente a ellos, sobre la vertiente occidental de la Cordillera Andina, tenían su habitat permanente otro grupo de araucanos, denominados como moluches, de hábitos guerreros y sanguinarios, de allí su nombre que proviene de las voces”molu” o guerra y “che” con su equivalente de pueblo o gente.  La diferencia que se establece entre los araucanos chilenos y los pueblos de origen araucano, pero argentinos, es notorio y no puede dar lugar a dudas ni a contradicciones.  Los puelches fueron originariamente araucanos de Chile, desplazados o migrantes al otro lado del macizo andino, desde comienzos del siglo XVI o quizás antes, pero convertidos en puelches, hasta con lengua propia, con el transcurso de varias centurias en territorio del Virreynato del Río de la Plata o en la Argentina, indistintamente.

         h)- Picunches: éstos indígenas provenientes de la etnía araucana chilena estaban afincadas en el centro-sur de la actual provincia de Mendoza y linderos con los pehuenches y los puelches, en el oriente de la cordillera de los Andes, pues sobre la vertiente occidental de dicho macizo montañoso, entre el océano Pacífico y la mencionada Cordillera, se encontraban los pueblos araucanos de la vecina Chile.

         Los Picunches recibieron tal denominación, pues su nombre proviene de la voz araucana “Picún” que significa norte y “che” que equivale a gente o pueblo, de donde la voz picunche designa a los hombres, a la gente del norte.  En la provincia de Neuquén existe el departamento Picunches de 6.111Kms. cuadrados de superficie y aproximadamente unos quince mil habitantes.

         Esta parcialidad aborigen argentina, tuvo su origen en la invasión de los araucanos chilenos al área geográfica del naciente de la cordillera y zonas aledañas, sobre la provincia de Mendoza y en menos cantidad sobre la provincia de Neuquén.  Con el transcurso de los años, estos pueblos formaron diversas tribus que hablaron su propia lengua y tuvieron sus costumbres y creencias, aunque en los primeros tiempos del siglo XV y XVI, hayan pertenecido al grupo araucano que se desplazó en busca de mejores tierras, favorecidos por la presencia del caballo en los vastos escenarios naturales de la Argentina.

         i)- Ranqueles: en su lengua nativa que fue el idioma ranquel, significaba el “pueblo o la gente de las totoras”, pues antes de apocoparse la designación, fue “ranquelché” o “ranquilché” que identificaba a la gente de las totoras.  Su habitat natural se encontraba en el centro norte de la provincia de La Pampa y también algunas tribus o tolderías, en el extremo sur de la provincia de Córdoba.

         Este grupo indígena constituyó una etnía poderosa y bien definida.  Fueron altos y arrogantes, grandes guerreros y consumados cazadores que tenían por costumbre dejarse crecer largas cabelleras que se tendían al viento cuando galopaban en busca de la caza o del enemigo.  Su amor por la guerra y las aventuras, se le multiplicó desde que conocieron y usaron el caballo, en las últimas décadas del siglo XVI.

         Tuvieron su propio idioma, muy parecido al pampa y al araucano de quienes fueron vecinos, lo mismo que de puelches, boroganos y pehuenches. Con todas estas etnías, mantuvieron relaciones, sobre todo por la similitud de costumbres, creencias, alimentación y vestimentas.  Sus dioses, su magia, su medicina y sus gualichos los hacían partícipes de la cultura de todos esos pueblos.  Se alimentaron con maíz, zapallos, algarroba, chañar, carne en abundancia y de sus lagunas extraían buena pesca.

         Usaron largas lanza de tacuara y colihue que adornaban con plumas o cerdas, en donde las moharras se enastaban con el asta de la lanza. Dicen que la tierra temblaba, cuando los ranqueles cargaban con sus chuzas cimbreantes y sus alaridos de guerra.  También emplearon la bola perdida y las boleadoras de dos ramales.  Usaban cascos de cuero de guanaco y luego de vacuno, para protegerse la cabeza, gruesas corazas de ese mismo material para cubrirse el torso y también escudos, hechos con varios cueros, puestos unos encima de los otros.

         Se cree que los ranqueles fueron un desprendimiento étnico de los Pehuenches que se corrieron tierra adentro y se establecieron en la actual provincia de La Pampa, alrededor del siglo XVIII.  Son en consecuencia un pueblo de origen ándido y de ancestro araucano, que pobló durante doscientos cincuenta años, la región central de la Argentina.  Los ranqueles son en nuestros días, un grupo humano prácticamente desaparecido de la realidad social argentina.

         j)- Boroganos: tuvieron su habitat natural en la región ubicada en el centro-sur de la actual provincia de La Pampa, en las cercanías del límite con Buenos Aires.  Sus vecinos más próximos, lo fueron por el norte los ranqueles, y por sus costados este y sur con la parcialidad pampa.  Pertenecieron al grupo ándido y sus ancestros constituyeron la etnía araucana.  Para los años de 1850, los boroganos ya llevaban en el territorio argentino, más de doscientos cincuenta años de permanencia ininterrumpida.

         El significado literal de su nombre equivale a “gente o pueblo del lugar de los huesos”, pues se trata de una voz de origen araucano integrada por “boro” o hueso y “hué” que designa a un lugar.  La palabra está apocopada y socializada a través de los años a la expresión borogana.

         Este grupo indígena, formaba pequeñas tribus o tolderías independientes que habitaban un territorio determinado, en la llanura central de la Argentina.  Su idioma era el pampa, con voces o giros que le fueron propios. Las costumbres y creencias de los boroganos eran similares a las de sus vecinos pampas y ranqueles.  Los dioses Ñegechen y Huenupillún fueron comunes para todos, lo mismo que los chamanes y machis.  La medicina fue de contenido mágico y desde luego sobrenatural.  Se alimentaron con maíz, zapallo, algarroba y otros frutos naturales.  Fueron grandes cazadores y la carne constituyó la dieta principal de los boroganos.

         k)-Huiliches o Manzaneros: con ésta denominación se conocieron anteriormente las tribus Tehuelches, aunque según parece fueron una  segregación de dicha etnía, donde figuraron los célebres indígenas llamados Manzaneros o del País de las Manzanas, “Sayhuequé” que vivieron en el sur del Neuquén, hasta fines del siglo XIX.  Sin embargo, podemos considerar a los Huiliches como  integrantes del grupo humano Tehuelche.

         La parcialidad huiliche o manzanera, fue como todos sus vecinos, de ascendencia ándida y desde luego, un desprendimiento ancestral de los araucanos.  Todo aquello que se pueda decir de este pueblo, es idéntico al proceso cultural de los Tehuelches.  Las tribus del sur del Neuquén fueron siempre independientes e individualistas, dada quizás la conformación natural de su territorio de altas y nevadas montañas, con amplios y silenciosos valles.

         l)- Tehuelches: numeroso grupo aborigen que abarcaba toda la Patagonia de la Argentina, desde la margen meridional del Río Negro hasta la costa norte del Estrecho de Magallanes.  A su vez, por el oeste, limitaba con la Cordillera de los Andes y en el este con el Océano Atlántico.  El nombre de esta etnía significaba “gente del sur”, de “tehuel” que es sur y “che”, gente o pueblo.

         Los tehuelches poseían su propio idioma, dividido en dos grandes grupos lingüísticos, uno llamado “Küni” y el otro “Thson”.  Las primeras descripciones sobre este pueblo, las realizó el estudioso italiano Antonio Pigafetta, en una obra titulada “Primer viaje en Torno al Globo”, mientras integraba la tripulación del navegante Hernando de Magallanes, en el 1520.

         La talla media de estos vigorosos indígenas, en algunos casos, sobrepasaba el metro  con ochenta centímetros de estatura.  Poseían un ánimo extraordinario y eran sumamente bondadosos, llegándose a afirmar que los Tehuelches, en ningún momento realizaron malones, contra las poblaciones cristianas de la costa Atlántica o de la provincia de Buenos Aires.  En realidad, eran tribus dedicadas al trabajo y a la cacería, de la cual fueron consumados ejecutantes.

         También fueron conocidos como Patagones, por el hecho de habitar en la Patagonia y según se cree, ese nombre proviene del tamaño de los pies de los Tehuelches que asustaron a los españoles por las huellas que dejaban sobre la nieve.  Pues éstos aborígenes patagónicos, tenían por costumbre recubrirse los pies con cueros de guanaco para protegerse del frío imperante en esa región y de esa manera, sus huellas impresas en el suelo, eran muy grandes, más que las comunes.

         Se vestían con abrigos y mantas de piel que llamaban quillangos y fue su costumbre tatuarse el rostro con líneas y figuras coloreadas, como lo hicieron otros pueblos aborígenes.  Los Tehuelches durante miles de años fueron pedestres, pero a partir de los años de 1570, conocieron el caballo y lo emplearon en todos sus desplazamientos, especialmente en la cacería y en el transporte de mercaderías, en sus enormes territorios sureños.

         Conocieron la bola arrojadiza o perdida, las boleadoras de dos ramales, la lanza corta o jabalina, la lanza, el arco y las flechas.  Trabajaron la piedra, entre ellas el granito y el basalto, construyendo hachas de distintos tamaños, toquis líticos que tenían un simbolismo mágico y sagrado.  Se especializaron en pipas de piedras y en cuchillos de ese material y de hueso.  El trabajo de la piedra, fue una de sus mejores industrias primitivas y lo realizaron con avanzadas técnicas de pulido.

         Creían en la reencarnación del espíritu de los muertos y su medicina era mágica.  Tuvieron chamanes y machis y fueron adoradores del Padre Sol, como los demás indígenas del Continente Blanco o América.  Su mitología era abundante y espiritual, conocieron mantras y tomas de fuerza que practicaron en sus ceremonias y rituales.  Vivían en toldos de cuero de guanaco y cosechaban maíz y zapallo.  Recolectaban frutos naturales y la carne fue consumida tanto cruda como cocida.  Esta particularidad fue practicada también por los Pampas, Ranqueles, Boroganos, Puelches, etc..

         Los tehuelches, como muchos de sus vecinos del norte de la Patagonia, fueron polígamos y tenían la costumbre de comprar a sus mujeres, entregando como pago, determinada cantidad de pieles, utensilios, animales o especies.  El idioma de éstas tribus patagónicas que tuvo sus formas propias de expresión, diferentes del araucano o de los otros pueblos indígenas, se perdió casi totalmente de su área etno-cultural.  Las grandes empresas extranjeras de colonización, hicieron posible desde las últimas décadas del siglo pasado, hasta alrededor del 1930, la extinción casi total de los Tehuelches sobre su habitat patagónico.

         La designación de tehuelches, es probable que la recibieron de los araucanos, cuando los denominan como “gente o pueblo del sur”, al penetrar por Neuquén y Mendoza a las llanuras centrales de la después Argentina, a partir del siglo XVI y siguientes.  Como las etnías de ancestro araucano quedan al norte, a este pueblo ándido, pero de origen distinto al araucano, lo designan como del sur, gente o pueblos del lejano sur.

         Los Tehuelches, como pobladores de la Patagonia, son anteriores a la entrada de araucanos por el siglo XVI al después territorio de la Argentina, y se mantienen como ándidos, sin recibir participación étnica ni cultural del grupo indígena antes mencionado.

         Los ancestros de los tehuelches, dejan las palmas de sus manos bioenergéticas en las cavernas cercanas al río de las Pinturas y en Gobernador Gregores, en la actual provincia de Santa Cruz, hace de esto, alrededor de ocho mil años.

         Estas manos están impresas o impuestas, en las paredes de diversas cuevas, y alcanzan a la cantidad de ochocientas sesenta manos, aproximadamente, algunas de ellas han sido pintadas, mediante el empleo de fémures de cóndor, por donde soplaban los colores amarillos, ocre y rojo que mantenían en sus bocas, de manera alternativa, para dar a las manos un contenido mágico e indescifrable hasta nuestros días.  Tales prácticas significaban actitudes bioenergéticas, pues muchas de esas manos impuestas en las rocas, son de efectos negativos y otros positivos, mediante descargas de contenido bio-plasmático de allí que se encuentran en blanco y negro.

         Las manos impuestas en las cavernas del extremo sur de Santa Cruz, en la Argentina, pertenecen a una proyección cultural de inusitadas manifestaciones, solo encontradas en muy determinados lugares de la Tierra.  Pertenecen quizá a un mensaje, dejado por pobladores de hace lo menos diez mil años, sobre el cual solo podemos expresar conjeturas, sobre la presencia de bioenergéticos que imponían sus manos en positivo y negativo, sobre las rocas o en señales de propiedad, dentro de las cavernas, al pintar sus hermosas manos en el interior de las mismas.

         Los Tehuelches o Patagones, se dividieron en dos grandes grupos étno-culturales, denominados como Paynikén, los pobladores del norte de las mesetas patagónicas, que abarcaban desde el sur del río Negro, hasta los límites de la actual provincia de Santa Cruz, y los conocidos como Aónikénk o Patagones del Sur, que llegaron hasta el norte del estrecho de Magallanes.  El grupo Tehuelche o Patagón, es de origen ándido y su permanencia en el extremo meridional patagónico data de miles de años.  Quizás hayan sido los primeros habitantes proto-arios asiáticos, llegados en sus desplazamientos de norte a sur a esas regiones, y en su paso posterior a la isla de Tierra del fuego y sus islotes adyacentes, para constituir los pueblos aborígenes de Onas, Yáganes y Alacaluf.

         Recién a mediados del siglo XIX, algunas tribus de Paynikénk, conocieron y utilizaron el caballo para transporte de mercaderías o para uso personal, pero jamás lo emplearon con fines de guerra.  Los Aónikénk o habitantes del sur, no conocieron el caballo, pero en cambio empleaban los perros, para transportar mercaderías, y usaron medios deslizantes como los trineos, para hacer efectivo ese desplazamiento, también con el auxilio de vigorosos perros.  Dejamos aclarado que el único vínculo de los Huiliches y los Tehuelches o Patagones con los araucanos, era el de ser ándidos, como también lo fueron, por ejemplo, Comechingones o Huarpes.

         ll)- Onas: etnía de hábitos nómadas que vivió en la isla de Tierra del Fuego, territorio austral que se extiende entre la Argentina y Chile.  Estos aborígenes procedían de sus antepasado,  etno-cultural denominado como ándido y desde hace miles de años se encontraban poblando la Patagonia, de donde cruzaron por el estrecho de Magallanes, para asentarse definitivamente en Tierra del Fuego, donde se extinguieron de manera total, como parcialidad aborigen, en la década de 1950.

         Su afincamiento en las islas fueguinas, se produjo hace un par de milenios y los Onas poblaban tanto el territorio argentino como el chileno.  Se dedicaban a la caza y a la pesca, siendo pedestres hasta su extinción.  Empleaban el arco, las flechas, las hondas de cuero para arrojar certeramente proyectiles de piedra, cuchillos fabricados en hueso y en material lítico,  buenos arpones también de piedra y hueso, con los cuales arponeaban los peces que constituían una base fundamental en su dieta alimenticia, junto con la carne de la caza, en la cual sobresalían con excelente capacidad.

         Integraban el grupo Ona propiamente dicho, la gran tribu Selkman, que habitaban en la isla Grande y los llamados Haush o Mánekenn, que poblaron el extremo sur-este de Tierra del Fuego.

         Se cubrían el cuerpo con pieles y usaban gorros o cascos de ese mismo elemento, para cubrirse de las inclemencias del clima.  Fueron socialmente mas organizados que sus otros dos vecinos de la Tierra del Fuego y se regían por un cacique o jefe principal, y caciques menores.  Fueron poseedores de un bello físico, pues eran altos, arrogantes, musculosos, de tez clara, ojos y cabellos negros, de pómulos un poco prominentes y de rostro agraciado y ligeramente ovalado.

         En algunos casos, su estatura alcanzaba el metro con noventa centímetros, aumentaba mas aun por sus pieles y gorros que como en el caso del cacique  Ocón, les daban un aspecto gigantesco, como sucedía con los Tehuelches de la Patagonia, al ser descriptos por los primeros navegantes españoles, a principios del siglo XVI.

         Culturalmente, poseyeron una religión muy desarrollada y completa, sin olvidar que este pueblo, era asimismo, adorador del Padre Sol.  Tuvieron un dios principal, que llamaron Kenos, con ceremonias mágicas y antiguas creencias que no solo eran sostenidas por los Onas, sino también por lejanas culturas asiáticas y europeas, sobre los llamados Oasis Polares y la Puerta del Cielo, de la cual, algunos caciques manifestaban que conocían esa entrada polar y que poseían las llaves de esa puerta metafísica.  Sus pinturas corporales fueron de color rojo, negro, blanco y amarillo.

         Este pueblo indígena, poseía su propia lengua, diferente de las que hablaban sus vecinos isleños, como los yaganas y los alacaluf.  Era una expresión idiomática bastante completa y provenía de lejanos ancestros etno-culturales y desde luego, quedaba desechada toda influencia de los araucanos, del centro-sur meridional de la Cordillera de los Andes.  Los Onas fueron así, pobladores de  Tierra del Fuego, llegados a esas islas del Atlántico Sur, desde las mesetas patagónicas, miles de años antes de su descripción y conocimiento por parte de los navegantes españoles, que recién aparecen en esas latitudes australes en el siglo XVI.

         m)- Yáganes: fueron una etnía aborigen de la Isla de  Tierra del Fuego, cuyo hábitat natural se encontraba principalmente sobre las costas del llamado Canal de Beagle.  La voz que designaba a este antiguo pueblo, proviene de un paraje de dicha región, conocido como “Yahga”; de allí la derivación de “Yáganes” para denominar a las tribus nómades que se afincaban sobre ese lugar geográfico.
         Este grupo etno-cultural se extinguió de  Tierra del Fuego, a principios del siglo XX y se llamaban así mismos como “Yamanas” Emplearon un idioma diferente al de Onas y Alacalufes, pese a ser vecinos, siendo la característica principal de su vieja lengua,  la de tener nada menos que cinco dialectos distintos, por lo cual se tornó muy difícil y engorrosa su interpretación dentro de una sola parcialidad étnica y cultural.  Cada dialecto, solo tenía alguna que otra palabra similar a los restantes, lo cual da una prueba de su antigüedad como pueblos nómades y de las características relevantes de su cultura.

         Eran grandes pescadores y su actividad, la cumplían en resistentes canoas, con las cuales recorrían las abruptas y desoladas costas del después llamado canal de Beagle.  Su alimento principal, fueron los pescados y los moluscos que sacaban de las heladas aguas del mar austral.  También descollaron como cazadores y en esa actividad terrestre, poseían hondas de cuero, jabalinas, lanzas, arcos y flechas y cuchillos fabricados con hueso y con piedras trabajadas con esmero.

         La organización política y social de los Yaganas fue muy rudimentaria y se manejaban por grupos aislados, semejantes a las hordas, bajo la conducción de un cacique o caudillo.  Este pueblo vivió siempre, en el llamado estadio social inferior, lo cual tipifica a los grupos humanos desarrollados en pleno salvajismo.  La carne de pescado y de moluscos la consumían cruda y muy raras veces asada.

         Tenían un promedio de estatura que escasamente sobrepasaba el metro con sesenta centímetros, eran de contextura gruesa, de nariz chata y corta, cara ancha, con ojos marcadamente oblicuos,  cabellos y ojos negros.  Provenían del grupo ándido y sus ancestros con miles de años de antigüedad, llegaron a la isla de Tierra del Fuego, en su largo periplo hacia el sur, desde la extensa región patagónica.  El origen proto-ario asiático de los Yáganes es incuestionable.

         n)- Alacalufes: tuvieron su afincamiento natural en las costas del llamado estrecho de Magallanes y al oeste de la isla grande de  Tierra del Fuego. Según parece algunos grupos de alacalufes, llegaron en determinado tiempo histórico, hasta las cercanías de Chiloé, sobre el océano Pacífico.  Esta parcialidad aborigen se encuentra desde hace mucho tiempo totalmente extinguida, se piensa que desde fines del siglo XIX, los alacalufes desaparecieron como grupo etno-cultural, del territorio austral que ellos habían habitado por espacio de miles de años.

         Su nombre  proviene de una voz yagana que significa “traga mejillones”, haciendo referencia a ese tipo especial de alimentación que realizaban las tribus alacaluf.  Este pueblo integraba tres grupos o parcialidades, con diferencias lingüísticas entre ellos, pero de idénticas características étnicas.  Fueron de baja estatura, con un promedio de un metro con cincuenta centímetros y sus mujeres escasamente llegaban al metro con cuarenta y siete centímetros.

         Construyeron muy buenas canoas para desplazarse en sus excursiones de pesca, para lo cual empleaban arpones y fijas.  Sobresalían en la caza de diferentes animales, como guanacos, zorros y aves.  Empleaban la honda de cuero con especial puntería en las piedras que arrojaban con ellas.  Usaron el arco y las flechas, la jabalina y los cuchillos fabricados con conchas de moluscos, huesos y piedras pulidas.

         La lengua de los alacalufes era distinta de la yagana y de la ona, pese a vivir prácticamente sobre el mismo territorio y a tener una similitud de costumbres y creencias muy pronunciadas con ambos pueblos.  Todos los pueblos que poblaron la isla de la Tierra del Fuego y sus adyacencias, formaban sociedades secretas y mágicas, creyendo obligar a sus vecinos a determinadas actitudes.  Todos fueron adoradores del Padre Sol, pero también tenían otros dioses para participar en distintas creencias y supersticiones.

         Tanto los alacaluf, como los yaganas y los onas, tuvieron un parecido muy extraordinario con los esquimales y los lapones del extremo norte del Continente Blanco, luego designado como América, por los europeos que reconocieron sus costas y conquistaron estas tierras, pobladas desde milenios, por sucesivas olas inmigratorias de proto-arios asiáticos, entrados por el estrecho de Bering.  El parecido de los grupos australes con los boreales, es una simple similitud étnica y una misma proyección geográfica y climatérica, entre lejanos pueblos que tuvieron una idéntica raíz racial.

         Los alacalufes en su organización política y social, se reunían en pequeños grupos y hordas, de cazadores y pescadores, bajo la conducción de un cacique o cabeza principal que los conducía en su vida diaria.  En el aspecto familiar, fueron monógamos, debido quizás a su pobreza y a la hostilidad de la naturaleza para poder subsistir.  Como característica principal de su vida, fueron silenciosos, trabajadores y poco afectos a entrar en conflictos con sus vecinos territoriales.

         ñ)- Querandíes: el hábitat natural de esta parcialidad aborigen se encontraba ubicada desde las proximidades de la desembocadura del actual río  Luján, hasta la margen norte del río Salado o Chadi-leuvú de la provincia de Buenos Aires.  Los Querandíes lindaban por el oeste y el sur con las tribus pampas, y por el norte con los Guaraníes de la Roza, que ocupaba también las islas del Delta del Paraná, y con el grupo denominado Chaná

         Se cree con bastante fundamento que los Querandíes, vivieron por mucho tiempo en el sur de la provincia de Santa Fé, de donde pasaron a su último asentamiento en la costa nor-este de la actual Buenos Aires.  El idioma de este pueblo no se conoce, pero se piensa que era algo similar al idioma pampa, con quienes tuvieron muchas relaciones.  Fue un pueblo nómada que existió hasta la llegada de los primeros pobladores españoles al Río de la Plata, entre los años 1536 y 1580, cuando fundaron la primera ciudad con don Pedro de Mendoza y que fuera arrasada por los propios querandíes, a poco de ser instalada.

         Luego de la segunda fundación de Buenos Aires, realizada por don Juan de Garay, los indígenas querandíes fueron entregados en encomienda a los españoles que componían la población de la nueva ciudad.  Por “encomienda” se entendía, un sistema de esclavitud, donde grupos de indios, tanto varones como mujeres, con sus respectivos hijos en caso de tenerlos, pasaban a depender de un amo que los hacía trabajar gratuitamente en su beneficio.  Cuando ese grupo era numeroso, por lo general era encabezado por un cacique, quién debía observar el trabajo de sus subordinados, con el castigo consiguiente, si no cumplía estrictamente con lo ordenado.

         Dadas las condiciones de los trabajos encomendados a los indígenas, su falta de costumbre para cumplir con los mismos, la alimentación y la pérdida de su libertad, a la cual no estaban acostumbrados, pronto hicieron sentir sus efectos en los Querandíes, antes valiente guerreros y ahora confinados a una desgraciada suerte, que con el transcurso de los años, fueron desapareciendo hasta extinguirse completamente, como una realidad etno-cultural rioplatense.  Se calcula que  hacia el año 1780, este pueblo aborigen había desaparecido de sus antiguos poblamientos.

         Se sabe que eran de estatura desarrollada, fornidos, ojos y cabellos negros, de tez clara, muy valiente y eximios pescadores y cazadores.  Manejaban la bola perdida o bola arrojadiza con extraordinaria puntería. El arco y las flechas, la lanza y la jabalina, usaban cuchillos de hueso y de piedra , una variedad de cerámica hecha con la arcilla especial, de sus terrenos ribereños a los numerosos cursos de agua que poseían.  De su idioma, solo han quedado algunos de los nombres de sus caciques y capitanejos, cuando fueron entregados en encomienda a los pobladores españoles.  De entre ellos podemos mencionar a Campampen, Coaspón, Clemecué, Cocollaque, Cocomel, Cirieme, Conotín, Conocometró, Dulcebees, Escallopén, Incul, etc.

         o)- Guaraníes: parcialidad aborigen que abarcaba infinidad de tribus y que se extendía desde el norte del Brasil hasta el Río de la Plata.  Vivieron unidos a otros indígenas denominados Tupí, con los cuales integraron una etnía conocida como “Tupí-Guaraní”.  En la antigüedad realizaban  frecuentes migraciones y cruzaban el mar Caribe hasta las costas de la actual península de la Florida norteamericana, pues los guaraníes eran conscientes de su origen caribe-amazónico.

         Por el sur, a la altura del actual Chaco Austral o Chaco argentino, se extendían etno-culturalmente hasta las primeras estribaciones de la Cordillera de los Andes.  De allí que algunos pueblos indígenas del sur-este boliviano y nor-este argentino, hablen el idioma guaraní, por cuanto algunas parcialidades de Matacos y Chirigüanos, son de ancestral origen guaraní, aunque sus vecinos territoriales, sean de procedencia ándida y pertenezcan a las lenguas uru, quichua y aymará.

         Los pueblos guaraníes eran de regular estatura, cabezas redondeadas, cara chatas, de tez oscura, ojos negros y cabellos negro y lacios.  En sus mujeres, ese cabello negro, tenía reflejos azulados brillantes de hermosa prestancia.  Se distinguieron como grandes guerreros y usaban arcos, flechas, macanas o garrotes, jabalinas, lanzas y cuchillos trabajados en hueso y piedra.  Acostumbraban a emplear flechas incendiarias, para provocar incendios y desmoralización en sus enemigos, como también flechas, cuyas puntas estaban envenenadas con un activísimo veneno, conocido como curare, que paralizaba a los enemigos y luego los mataba por su acción letal.

         Se camuflaban con hojas y pajas y con corteza de árboles, para sorprender al enemigo y atacarlo de cerca, venciéndolo por la sorpresa.  Parapetaban sus aldeas levantando empalizadas con troncos de agudas puntas y hacían fosos en cuyo interior colocaban palos puntiagudos para herir o matar a sus enemigos.  Se pintaban los rostros y el cuerpo con brillantes colores para hacer la guerra y cuando peleaban con los españoles, acosaban a los jinetes y volteaban los caballos tirándolos de la cola o montando por las ancas y apuñalando a los conquistadores.  Él guaraní como casi todos los pueblos del litoral argentino y de la mesopotamia, fueron guerreros indomables y crueles.  Muchos de ellos practicaban la antropofagia.

         Las mujeres tenían por costumbre tatuarse los rostros, pintárselos y usaban grandes collares y aros como adorno a su belleza.  Los guaraníes cultivaban el maíz, los zapallos, porotos, mandioca, ananás y consumían yerba mate, tomando su infusión por medio de un calabacín o porongo y sorbían la infusión por medio de una cañita agujereada en su centro.  Eran extraordinarios cazadores y pescadores.  Confeccionaban tejidos y tenían una muy buena alfarería.

         Sus chozas estaban construidas de barro y paja y en algunas de estas viviendas pasaban largos años de su vida, salvo  aquellos pueblos guaraníes que eran por esencia nómades, que las abandonaban por largo tiempo o las hacían muy precarias por su transitoriedad en el lugar.  Se organizaban política y socialmente por medio de jefes, cada tribu tenía el cacique principal y los caciques menores.  También tenían Consejos de Ancianos para consultarlos por su sabiduría y prudencia.  Las tribus eran confederadas, hacían uniones permanentes sobre todo para la guerra con otros pueblos enemigos. Navegaban en grandes canoas con pares de remos por cada borda y obtenían gran rapidez de movimientos.  Los guaraníes enterraban a sus muertos en urnas de cerámica, pues creían en la otra vida y tenían un dios bondadoso llamado Tupá y un dios maligno y perverso a quién conocían como Añá o el diablo.  Las aldeas y tribus poseían chamanes y machis, brujos y hechiceros y su medicina era mágica y sobrenatural.   Preparaban el payé, similar al gualicho de los pampas que era un amuleto dotado de los poderes mas variados.  Tenían mantras o tomas de fuerza espiritual que se cantaban y se acompañaban con sonajeros, raspadores, matracas y tambores.  Como todos los aborígenes del continente americano, creían en un paraíso de tierras lejanas y bellas, donde hermosas mujeres cuidaban de los cazadores y los guerreros, dándoles de beber chicha y otras bebidas en el cráneo de los enemigos muertos en el combate.

         Los guaraníes que habitaban el oeste del Chaco austral se llamaron chirigüanos, y los que vivieron al este de la actual provincia de Misiones de denominaron Cainguás.  Por la costa norte del río de La Plata, existieron los llamados Guaraníes de la Roza y a los que vivían en las islas del actual delta del Paraná, se le llamaba Guraníes de las Islas; estos pueblos eran vecinos de los Querandíes.  El idioma de esta etnía, fue el idioma Guaraní, todavía hablado en el Paraguay, en el Brasil y en muchos lugares de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fé, Chaco, Salta y Formosa en el territorio argentino.

         p)- Charrúas: fueron los primitivos habitantes del uruguay actual y por derivación de ese nombre histórico, a los uruguayos se les denominaba como “charrúas”, por haber constituido aquella ancestral etnía, un grupo humano valeroso y ponderado.  En nuestro tiempo, el indígena Charrúa ha desaparecido totalmente de su antiguo hábitat natural.  Dadas estas circunstancias, se desconoce su idioma, su religión, sus creencias y la mayor parte de sus costumbres.

         Se alimentaban de pescado, ciervos, ñandúes y otras especies de cacería.  Tenían papas, maíz, zapallos y porotos.  Eran extremadamente belicosos y contra lo que se cree, jamás fueron antropófagos como sus vecinos los Guaraníes.  Habitaban en toldos de cuero o en rústicas construcciones de junco.  Con sus vecinos los Chanás, constituían casi un mismo grupo etno-cultural.

         Fueron diestros con la bola perdida o arrojadiza, con las boleadoras de dos, la jabalina, la lanza, la macana o garrote y el arco y las flechas.  Tuvieron un dialecto propio, ya totalmente desaparecido.  El pueblo Charrúa, perteneció al grupo Caribe o Amazónico, pero por pertenecer a los indígenas del centro-sur de la Argentina y países vecinos, tuvimos que insertarlo dentro de los grupos que son ajenos a los araucanos y al problema de la araucanización en territorio argentino.

         q)- Chanás: son aborígenes extinguidos que habitaron durante milenios a ambas márgenes del río Paraná, sobre las actuales provincias de Santa Fé, Entre Ríos y el nor-este de Buenos Aires.  Fueron vecinos de los Querandíes, de los Charrúas y de otros pueblos indígenas de la mesopotamia y el litoral argentino.  Este grupo étno-cultural denominado Chaná, formaba dos grandes parcialidades que se integraban como Chaná Timbúes y Chaná Mbeguá y entre todas estas tribus, figuraban los Charrúas, los Yaros, Minuanes, Güenoas, Calquines, Guaycurues, Timbues, Corondas, Colastinés, Cayastás, Quiloazas y Mocoretás.

         Todas estas parcialidades aborígenes, han desaparecido totalmente en nuestros días y solo de la familia Guaycurú, se conservan algunos cientos de personas, en vías de extinción, como serían los Mocobíes y los Abipones.  Sus nombres han quedado como un testimonio mudo, en localidades, parajes o arroyos de la mesopotamia y el litoral argentino.  Todas estas tribus pertenecieron a la importante y numerosa familia Chaná, de ascendencia caribe o amazónica y situadas en el territorio centro-sur de la actual República Argentina.

         Estas parcialidades aborígenes, dada la benignidad del clima donde tenían su hábitat, andaban totalmente desnudas y solo se cubrían las partes sexuales, cuando salían a la caza o a la guerra.  Fueron individuos de alta estatura y de buen porte, cabellos y ojos negros y de genio independiente.  Navegaban por sus ríos y arroyos, en grandes canoas y la pesca era una de sus principales actividades.  Cultivaban el maíz, la mandioca, el zapallo, las papas y los porotos.  Usaban el tembetá en su labio inferior, para deformárselo en signo de belleza e importancia.  El tembetá era una madera puesta bajo el labio inferior, para estirarlo y tenerlo hacia delante.  Se sabe que su medicina era sobrenatural y mágica, que fueron polígamos y que descollaron como guerreros, cazadores y pescadores.  Ejecutaban mantras o tomas de fuerza con cantos y acompañamiento de música primitiva, silbatos, sonajeros y raspadores.  Invocaban a sus dioses para las cosechas de maíz o de otros productos.   Otras noticias no se tienen sobre ellos, dada su desaparición y la consiguiente pérdida de sus costumbres.  Su alfarería sin embargo, fue importante y numerosa.

         n)- Moluches: es un grupo humano de indudable origen araucano que habitaba en la región central de Chile, sobre la Cordillera de los Andes,   frente a la provincia argentina de Mendoza.  Esta etnía tuvo su dialecto y sus costumbres, similares a la Araucana, lo mismo que en lo referente a sus ceremonias religiosas, a sus creencias, a sus hábitos y alimentación.  Los moluches fueron individuos de buena estatura y fuerte capacidad muscular.  Fue proverbial el espíritu belicoso y arrogante de estos individuos que lucharon contra los españoles y los chilenos, sin darse por vencidos.  Su nombre proviene de las voces “molu”, que significa guerra y “che” que denomina a pueblo o gente, de donde tal palabra equivale a “gente o pueblo de guerra”.

         Vivieron desde centurias en ese duro y agreste territorio de Chile, ubicado al poniente de la Cordillera de los Andes y frente al Océano Pacífico.  Todos estos grupos indígenas del oeste meridional del macizo andino, hoy Chile, formaban parte de la etnía y la cultura Araucana, con sus lógicas diferencias y adaptaciones.  Los Moluches al ser araucanos, formaron parte del grupo ándido americano.

         s)- Araucano: es la parcialidad indígena natural del Arauco, vasto territorio del sur chileno, que abarcaba desde los Andes hasta las costas del Océano Pacífico.  Fue una parcialidad de los ándidos que se integró con hábitos guerreros e independientes y luchó por su libertad contra toda sujeción, sea de otros aborígenes, como de los europeos españoles o de los propios chilenos que lo combatieron durante años para vencerlos y dominarlos, sin lograr su objetivo.

         La araucania es la región geográfica del sur chileno que habitaron por espacio de quizá mil años, los araucanos, nombre que recibieron, casualmente, por vivir en ese territorio comprendido entre los ríos Toltén y Bío-Bío.  Cuando los conquistadores españoles hicieron sus apariciones en la actual Chile, se encontraron con los Araucanos que ancestralmente recibieron ese nombre, otorgado por todos los pueblos, tanto vecinos como lejanos de dicha etnía sudamericana.

         Existe también una provincia chilena que se llama Arauco y forma parte de la Araucania, como también en la provincia de La Rioja, en la Nación Argentina, existe un departamento o división política que se denomina Arauco y tiene una superficie de  5.276 Ks.cuadrados y unos veinte mil habitantes aproximadamente.  Esto nos dá una idea, de la extensión de ese antiguo nombre, no solo en Chile, sino también en la Argentina, donde el grupo indígena Araucano se integró a varias parcialidades de aborígenes argentinos, a través de sus desplazamientos tribales sobre las llanuras y serranías de la nación rioplatense.

         La Araucana, fue también un poema épico castellano del poeta Alonso de Ercilla Zúñiga, en el cual se describen los episodios increíbles de la conquista de la región chilena conocida como el Arauco o la Araucania, realizada por parte de los españoles. Este poema consta de tres partes que se publicaron en Madrid en 1569, 1578 y 1589 respectivamente.  En el se narra toda la grandeza y el valor indomable de los Araucanos en la defensa de su tierra natal.

         Es tan antiguo el nombre aborigen de araucania o Araucanos que un árbol de la familia de las coníferas que alcanza hasta los cincuenta metros de altura, lleva el nombre preclaro de Araucaria, por ser natural de esa región y en homenaje a la región del Arauco.  Tiene ramas horizontales, cubiertas de hojas verticales y siempre verdes, de un tupido y espléndido follaje.  Su fruto es muy apetecido por lo dulce y alimenticio y fue un alimento codiciado de tan valeroso como intrépido pueblo ancestral del Continente Blanco.

         Arauco es también una antigua región mejicana y Arauca es un caudaloso río venezolano que desemboca en el Orinoco.  Una ciudad de Venezuela, cabeza de municipio, lleva ese mismo nombre indígena americano. Arauco, es la designación de una tribu de indios venezolanos y por extensión, araucanismo, es una locución o modo de hablar de origen araucano.

         La antigua palabra indígena americana “araucano” significa lodazal, agua sobre el suelo, como significando barro o tierra fangosa.  Muy propio desde luego, del territorio húmedo y neblinoso de la araucania, con su lluvia y su fría nieve.  Propia también de una tierra como la del río Arauca de Venezuela, con sus desbordes y sus crecientes sobre la tierra que queda húmeda, convertida en un lodazal, en un suelo fangoso.  Tales son los antecedentes de una voz indígena americana, como Araucano que significa algo tan real y verdadero, como la voz “Pampa” o espacio abierto, para designar a los pobladores de esa norme llanura del río de la Plata, o como “pehuenche” que determina a la gente de los pinos, o para mencionar otra más, en el caso de “moluches” que nos indica a los hombres de la guerra, a la gente belicosa.  Todas son expresiones idiomáticas que han expresado o que expresan aún en nuestros días, una verdad, una realidad incontrastable, como lo es la etnografía, la lingüística y la cultura que así nos lo enseña, limpiamente, sin dialécticas forzadas o capciosas, para crear de un mito, de una mentira, una endeble y fugas contradicción.

         t)- Chilotes araucanos: es la última etnía de indígenas ándidos-araucanos, con hábitat en el extremo sur chileno, que nos toca estudiar, en este análisis de los primitivos pobladores del centro-sur de la Argentina y las parcialidades vecinas ubicadas tanto en el Uruguay como en Chile, pero dentro de la misma línea geográfica establecida para los aborígenes argentinos.

         Estos Chilotes araucanos, se encontraban y se encuentran aún en la actualidad, afincados en los múltiples islotes e islas que componen el territorio chileno en su extremo austral.  Son un desmembramiento de los araucanos del norte y se encuentran poblando esa región insular, desde hace miles de años.  El clima es frío, desapacible, húmedo y la conformación de las islas es rocosa, con muy exigua plataforma submarina.  Los chilotes o isleños, se dedican a la pesca, como principal actividad para su alimentación y posiblemente en otros tiempos, hayan tenido comunicación con los alacaluf asentados en el estrecho de Magallanes.

 

              

Cordialmente.

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